Buriti visibiliza el Brasil gastronómico menos conocido, el de las mujeres negras del estado de Bahia. Sara Lemos, la chef y propietaria, se inspira en los fogones de la madre, la despensa de la abuela, la palangana a rebosar de aceite de 'dendê' de la señora que vende fritos en la esquina de la calle y los libros de historia afro-brasileña. El resultado es una carta dividida en 'petiscos' (pequeños aperitivos), platillos calientes, fríos y postres. Los platos más celebrados son el 'acarajé' (una especie de bollo de masa de judías carilla, relleno de gambas, frito en aceite de palma y servido con salsa), el 'bobozinho' (crema de mandioca, leche de coco y gambas ), la 'moqueca' (estofado de pescado con leche de coco, cebolla, chile, tomate y cilantro) y la 'feijoada' dominical (estofado de alubias negras y carne, acompañado de harina de mandioca, arroz blanco, repollo y rodajas de naranja). A mediodía de días laborables se ofrece por 12,90 euros el 'prato feito', el equivalente a nuestro plato del día. El postre, impecable; un desfile de pudines, mousses y cremosos. En la carta de bebidas hay zumos de frutas tropicales (cajú, acerolo, cupuaçu), varias caipiriñas (la clásica y la de maracuyá, las que más triunfan) y también cócteles brasileños menos difundidos como el 'macunaíma' (cachaça blanca, jugo de limón y Fernet Branca) o el Casi Rabo de Galo (cachaça, vermut, Cynar y selz). El local es perfecto; con luz natural a raudales, terraza y cerquita de la playa de la Mar Bella.
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