Al extrarradio de Gracia, hay una bodega centenaria que merece la pena visitar: tinas oscurecidas del humo de tantas vidas, los comedores con muebles de época y tablas de mármol, y la cocina al fondo, como manda la tradición. A los fogones, Manolo se saca de la manga combinaciones ganadoras como los mejillones saltados con berenjena, las anarkobraves (patatas fritas con alioli de tinta de pop). Para el mediodía tienen un menú sencillo, y bono y bien de precio, con pez del día de segundo, que siempre es de agradecer y no muy habitual de encontrar por los lugares. La Bodega Manolo es un local de los de toda la vida, y como que está fuera del circuito usual, el ambiente es muy familiar y el ritmo más humano.
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