De vender víveres –de eso hace ya tiempo, cuando la bodega era punto de encuentro de artistas, pintores y poetas– a ofrecer menús más que correctos los mediodías laborables, de pocos platos pero siempre elaborados con producto de temporada. Eso sí, el paso de los años no ha arrancado en La Palma la esencia de bodega original. Las botas de vino todavía pueden verse desde el ventanal que da paso a una barra de mármol llena de latas de conserva, buenos embutidos y tomates de colgar. Tapas de todo tipo, buena cocina catalana y una amplia carta de vinos y cavas. ¡Qué placer más vicioso acompañar el bocadillo de la mañana con una copa de buen cava! Aquí tenéis la oportunidad.
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