Después de años en la Fábrica Moritz, Facundo Rodríguez abrió Bestia Parda en 2020, donde estaba el Final Feliç, una caja de bombones con aires de 'nightclub'. El local es bonito hasta decir basta. La cocina también; ahora bien, se llama Bestia Parda porque la comida "es potente y salpica", dice. Se notan los años pasados con Jordi Vilà: todo hecho desde cero, producto de temporada y elaboraciones precisas, sean brasa de carbón o guisado a fuego lento.
Un ejemplo de cada: magret de pato a la brasa y peras asadas, y una cola de buey guisado canónica y tan sabrosa que te lanzas a por ella omo en un combate de lucha en el barro, y que va acompañada de unas falsas patatas asadas que son unos nabos glaseados. Tapas de primero y platazos de segundo, y los fines de semana un seductor apartado de arroces a la leña.