Cuando oyes marisquería, te viene a la cabeza un señor chupando una bandeja de percebes o Julio Iglesias bajando de un coche tintado en Gran de Gràcia. Y un varapalo que te dejará temblando. Bien, la marisquería Batea –batea es una plataforma de cría de marisco en Galicia– del cocinero Manu Núñez, copropietario del Besta, apunta a “una marisquería no carca, que quiere hacer una cocina sencilla pero no típica”, explica el chef. Y que alguien de clase media pueda permitirse una vez al mes. Núñez, utilizando excelente producto del Atlántico (en mayoría gallego) y mediterráneo (en mayoría catalán) se inventa platos, platillos y platazos rehuyendo los tópicos dominantes de las bravas con cosas y la croqueta de gamba.
Precisamente te sorprende con una croqueta-nigiri de salsa verde –la de la merluza– rebozada, que te estalla en la boca y baña el pescado crudo. O te permite hacer una pequeña degustación fría con navajas con códium, ostras, tártaro de gamba y un divertido 'saam' (carcelero coreano de lechuga) con mejillones. El espíritu es juguetón y popular, pero el aspecto lúdico (¡qué buenas las coletas de salmonete de roca disfrazadas de cabrito a la milanesa!) no esconde mares y montañas serios y de traca. Como unos raviolis de cerdo celta con huevos de tortilla y fondo de carne que son una barbaridad de sabor, o un acertadísimo cebiche de lubina con piel de pollo. Por cierto, Batea está en la Avenida Palace, hotel donde una vez pasaron la noche los Beatles.