Que se descentralice la oferta gastronómica es básico para la buena salud de la ciudad: en todas partes debe haber de todo, así ningún barrio se satura. En el señorial paseo de la Bonanova está el bar Lorenzo, que llena el vacío entre los locales de comidas más de batalla y los de carta inalcanzable. Aquí se puede comer un menú de mediodía donde todo está bien hecho y tiene gracia (unos mejillones a la marinera con una salsa de toma pan y moja, una sabrosa dorada con verduritas al horno o una fideuá de carne muy acertada) por 15 euros.
Por la noche, la carta de tapas hace la boca agua: molletes (de calamares con alioli negro o de pringá, por ejemplo), fricandó, rabo de toro, huevos estrellados con sepionets... Y puedes cenar por poco más de 15 euros, de tapas, o por casi treinta (filete Rossini con foie gras y tortilla de gambas frescas)
Es decir, que podéis ir a toda prisa y con poco dinero o para celebrar y gastar a manos llena. El interiorismo, a cargo de Masmir Studio, es fantástico: años 70 por los cuatro lados, con luces de pared, colores verdes y marrones y mesas con bancos a la americana.