Aquí la situación es estratégica: la sucursal litoral de Bacoa está a dos palmos de la playa. En un barrio donde la masificación turística ha fomentado la apertura de un buen número de locales de comida rápida de dudosa calidad, este restaurante –con mucho cristal, espacioso pero cálido– es toda una garantía. Dispone de dos plantas y de una fantástica terraza con vistas al mar.
Hay un factor invariable en todos los establecimientos de Bacoa: todo es casero y hecho desde cero. Bien sean sus salsas (¡excelente chutney! También es digna de recordar la salsa picante), panes artesanos o patatas, que cortan diariamente a mano y nunca congelan. El resultado es algo que, aunque se haga al por mayor, siempre resulta delicioso y artesano: porque como ellos mismos dicen, la comida de verdad sabe mejor.