En un establecimiento con poca 'charme' pero cómodo, el director, Toni Morales, me cuenta que el concepto de local "está ideado desde el punto de vista del cliente, para ponerle las cosas fáciles". Por eso, dice, eliminan la carta. Apenas entras, te topas con un puesto de pescado y marisco, presidida por las pizarras de las especialidades de arroz y pescado.
Arroz negro, 9,70 euros; paella de pescado y marisco, 10,90; paella mar y montaña, 12,95; arroz con 'espardenyes', 23 euros. Precios comparables con las momificaciones plastificadas paelleras de la Rambla. Pero Morales presume de pescado fresco y calidad: "Sólo cocinamos el producto en exposición. Y tenemos precios tan competitivos porqué hacemos compra para cuatro locales, elegimos en Mercabarna y en las lonjas ". El vendedor te asesora y hace sugerencias. Escoges lo que quieres comer, y te lo cobran a peso delante tuyo. El arroz se puede pedir individual y para llevar (mientras espero, una señora mayor del barrio devuelve una cazuela y encarga otra).
Al grano. ¿Vale la pena? Picoteamos dos sardinas a la brasa, seis vieiras y unos mejillones con salsa deliciosos, todo bueno y fresco, unos 15 euros. Y no pongo ninguna pega a una sartén individual -sí, paella- con sepia abundante, gambas frescas y un círculo de 'socarrat' coronado por caldo solidificado en grasa, de aquellos que rebañas con deleite (10,90 euros, a mitad de precio que en alguna vieja gloria de la Barceloneta). Buen punto de arroz, quizás no tan delgado como en Xàtiva, pero seco y bueno. Estamos en el buen camino para empezar a deshacer los agravios que ha sufrido la paella en Barcelona.