Este lugar rinde homenaje a la china meridional italiana, predominantemente napolitana, ya que la chef, Raffello Pisani, es oriunda de la espléndida bahía partenopeua. De tanto oír hablar de To Be, me tiré de cabeza a la pizza frita, una de las delicias de las calles de la ciudad que ha dado tantos genios al mundo. No salí decepcionado, pero todavía me impresionó más la pizza blanca, que pedí con sólo aceite, sal y romero.
La bienvenida nos la dieron con un entrante simple pero muy sabroso como lo es el 'speck' (un tipo de jamón ahumado) escoltado por un soberbio gorgonzola, uno de los mejores quesos de Europa, y nueces. En un ambiente sencillo, bien decorado con una sobriedad que se agradece. En manos de una napolitana, nos entregamos después a las pastas, otro punto a favor.
Los 'agnolini', hechos artesanalmente por Raffaella, iban preparados con mantequilla, salvia y tuvimos añadir pimienta. Excelentes, como los raviolis de exquisito relleno de ricotta con una salsa de alcachofas, la intensidad de la que impedía apreciar toda la elegancia de estos raviolis, su pasta casera y el suave relleno. Los postres también están elaboradas con mucha delicadeza por la Pisani.
Con el 'canoli' siciliano -una especie de canelón frito relleno de' ricotta'-, sin embargo, la chef se adelanta a lo que pasará: lo presenta en dos mitades, así el comensal puede compartir y embadurnar la pasta frita con el soberbio relleno, producto de una fusión de influencias árabes y suizas ... El banquete se clausuró con un borracho.
Para otra visita quedaron tentadoras ofertas como los 'fetucilli a la carbonara di madre', un tartar de atún con mozzarella de búfala de Campania o la pizza parmesana, con mozzarella, tomate, berenjenas, parmesano y albahaca. Todos los vinos son italianos, a precios razonables. Si se añadiera una T entre el To Be y acentuara la E, haría honor a lo que sucede dentro.