Ya les digo yo que la joya de la corona de las cercanías de la plaza Eivissa no la tienen en ningún bar, sino que está en L’Eivissenca, la heladería. Y no es por los helados, que son buenísimos, ni por la horchata, sino por los granizados de pomada (gin xoriguer y limonada). ¡La magdalena de Proust! Y un motivo contundente para volver a Horta.
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