Si escribo "misterios de ceniza", el lector puede pensar que tengo en la cabeza el misterio pascual y no es así. Cuando fui al Ignició, me encontré ante una carta que me trasladaba a una cocina sin estridencias y que se dividía en "nuestra selección de ibéricos", "calor para compartir", "platillos BBQ", "nuestras burgers", "especialidades a la brasa" y "mundo dulce".
¿Y qué son los "misterios de ceniza"? Pues dos menús ligados como una buena salsa holandesa. Uno, el menú Yesca, compuesto por tres tapas, un platillo y un mundo dulce, y el otro, el Pedernal, compuesto por cuatro tapas, un platillo y un mundo dulce. He aquí el misterio.
Es cierto que uno puede acertar más o menos en la elección de los platos que conforman una carta, y que, como me sugirió Eugenio de Diego, propietario del local, habría podido decantarme por una hamburguesa de bogavante, pero me dejé llevar por el destino y por una recomendación de la camarera que resultó de lo más placentero para un paladar que buscaba la calma: una sardina ahumada con escalibada delicadísima.
También me gustó mucho la bomba de la Barceloneta, elección que tenía muchos recuerdos barceloneses, y la vieira con tomate picante. Menos satisfactorio fue el trinxat, donde, además de col y patata, hacía falta un tocino más tostado que le diera la mala hostia necesaria. No fue ninguna tragedia. El trinxat acompañaba una presa ibérica muy melosa incluida en los platillos BBQ, bestia que quise casar con una salsa kimchi picante como una mala suegra y copa de Sospechoso, de Castilla y León.
De la piña con ron, poco que decir. Ignició, propuesta definida como "cocina de humo", tiene por delante un prometedor camino. Hay que definir un poco mejor la carta, eliminar los platos testimoniales, y la ascensión al cielo será justificada.