2014 fue el año del pistoletazo de salida de los 'food trucks' en Barcelona y en 2015 esta tendencia se consolidará. No es un farol: tan solo hay que ver los números de asistencia al último Palo Alto Market, donde la comida sobre ruedas es el gran aliciente: 12.000 tipos a codazos para pillar un 'pork bun'. La normativa que los legisla, sin embargo, es inexistente. El artículo 39 de la ordenanza de uso de las vías públicas prohíbe la venta ambulante.
Raimond Blasi, concejal de Comercio, argumenta que el Ayuntamiento contempla los 'food trucks' "como una actividad complementaria sólo permitida en casos excepcionales, como ferias o fiestas". Y que si la legislación es tan restrictiva es porque su implementación puede ir "en detrimento de una oferta de comercio sedentario, cohesionador de los barrios". Una visión muy opuesta es la que tiene el chef Carles Abellan, quien acaba de poner a rodar la furgoneta de bocadillos gourmet Yango.
El chef recuerda que en Montreal -allí abrió un Tapas, 24- "hace dos años no había ninguna regulación. Pero cuando hubo demanda se abrió la veda legislativa". Vaticina que aquí pasará lo mismo, pero que no será fácil, "porque en Montreal no hay un bar en cada puerta y habrá que ser muy estricto para evitar la competencia desleal". Blasi rechaza cualquier resquicio que flexibilice el estatus del 'papeomóvil'. O puede que no. Cuando le preguntamos sobre el buen tino que tendría regularizar esta oferta en zonas como polígonos desiertos de restauración, admite que "es un planteamiento interesante que se podría llegar a estudiar en zonas muy concretas, como servicio diario complementario". Y anuncia que una de ellas podría ser la Zona Franca.