Donizetti

Marcello Di Prinzio es el chef del restaurante italiano Donizetti. La visita al local gobernado desde los fogones por Di Prinzio corresponde a la segunda etapa de la ruta Monzó por la Barcelona comestible, lugares que me recomendó el escritor.

El Donizetti es un local pequeño, alejado de la tipología de restaurantes italianos se non è vero, è ben trovato. El Donizetti es más un restaurante para viajeros que para turistas del gusto.

La carta está compuesta por antipasti, carpacci, pasta asciutta, pasta fresca, risotti, carne y semifreddi y helados. Y soy fiel al italiano de la carta para transmitir la calidad de la cocina de Di Prinzio.

No me apetece pedir un vino y me decanto por una Menabrea, una cerveza rubia de 4,8 grados que producen en Turín y que es una de las favoritas entre los expertos, antes de asaltar la carta.

De entrantes, pido una magnífica burrata con tomates semisecos, que resulta ser de una excelsa, como diría Basté, cremosidad. Sé que a Monzó no le gustan los carpaccios, pero para acompañar la burrata no puedo dejar de pedir un carpaccio de ciervo con pecorino al tartufo. Una buena elección con la rúcula haciendo de perfecto puente entre la bestia cazada y el queso. Por cierto, el mejor pecorino trufado que he probado está en Can Vila, en el Vila Vinateca. De segundo pido unos cannoncini al tartufo. Están rellenos de queso fontina, que liga muy bien con una salsa de trufa y crema de setas.

De postre dudo entre cannoli y un cocco nocciola, y me decanto por el pastel de nata con bolitas de coco, avellanas y chocolate. Me siento harto y satisfecho, que es una buena sensación. A veces sales del local harto y enfadado y cuesta tanto digerir la comida, que lo primero que se te ocurre es ir a la iglesia para pedir perdón por el animal que te has comido y rezar por su alma. En Donizzeti son muy respetuosos con el producto que tienen entre manos.