Hay calles importantes de la ciudad que son conocidas por un solo tramo y sólo hay que seguirlas más arriba o abajo para hacer descubrimientos interesantes en cuatro pasos. Esto es lo que pasa con la calle Verdi, que tiene un principio muy concurrido –y algo despersonalizado últimamente, por desgracia– y en cambio cuanto más subes más particular y genuina es la calle (por no hablar de las vistas que ofrece en su punto más alto).
Un poco antes de llegar a la Travessera de Dalt encontraréis esta taberna de toda la vida, con un apóstrofe impertinente entre seis letras de tipografía sencilla y elegante que nos dicen quién era el dueño de este establecimiento. Pep era un señor con boina y mostacho que tuvo la taberna durante 49 años, del 1937 al 1986, cuando sólo servía vino y agua y repartía hielo. Rafael Ortiz trabaja aquí desde entonces y es el encargado desde hace cuatro años. Me cuenta que por las mañanas se llena de gente que trabaja en las oficinas del Ayuntamiento en Torrent de l'Olla y que se hartan de bocadillos, lacón, tortillas, chistorra, y toman el vermut de la casa (Perucchi, como manda la tradición), a 1,60 €, o bien un quinto a 1,35 €, siempre acompañados con unas aceitunas de Antequera, un puñado de cacahuetes, mezcla o altramuces gratis.
Resguardados entre las paredes cubiertas de carteles de la Semana Catalana de 1979 (carrera de ciclismo patrocinada por Banca Catalana), de Sabrina de la Súper Pop o de El príncipe de las mareas, con la tele de fondo de compañía, en Cal Pep parece que se haya detenido el tiempo.