Passejada Barcelona desde Collserola
© Iván Moreno
© Iván Moreno

Un paseo por Collserola, de la sombra al sol

Del Mas Sauró a Can Trampa: una ruta más allá del pantano de Vallvidrera y por los rincones ocultos de la montaña de Barcelona

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A quince minutos en ferrocarril, saliendo de la plaza de Catalunya, hay encinas, robles, helechos centenarios, ánades reales y herrerillos, entre otros cientos de especies que la mayoría de barceloneses señalamos con el nombre de planta, árbol y pájaro. Claudia Yagüe, educadora ambiental, se los sabe casi todos y ha aceptado hacernos de guía por la parte de sombra de Collserola, a nosotros, ignorantes, que hemos olvidado que la hoja de roble es la que tiene forma de nube; un conocimiento básico que se adquiere en parvulario.

Claudia nos recoge en la estación del Baixador de Vallvidrera, por la salida de las Planes, justo donde empieza el barrio de Mas Sauró, nacido a principios del siglo XX alrededor de la desaparecida masía de Can Sauró, y hoy formado por un conjunto de unas 160 viviendas en el cual el diseño minimalista convive con casitas humildes de colores vivos y enanos de piedra. Después de llenarnos de cafeína y fuet bajo el sol invernal de la terraza del bar A l’Aire, cogemos el camino del pantano de Vallvidrera, primera parada prevista. Pero antes de llegar nos detenemos delante de lo que parece la entrada a un túnel, rodeada de hiedra. Es la Mina Grott, una galería excavada en 1856 para llevar el agua del pantano de Vallvidrera a la villa de Sarrià. Más tarde, en 1908, se instaló un trenecito eléctrico con 80 bombillas de colores que recorría el trayecto desde la boca inferior de la mina –cerca del pie del funicular– hasta el pantano, donde los burgueses de la ciudad iban a divertirse.

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En 1909 la atracción cerró por presiones de los empresarios de Ferrocarrils de Catalunya y del Parque del Tibidabo, que lo veían como un fuerte competidor. Seguimos adelante, embrujados por la vista del pantano, custodiado por la casa rosa del guarda, que hoy hace la función de Centro de Interpretación del Parque. El pantano se construyó a finales del siglo XIX para recoger el agua de la lluvia y llevarla hasta Sarrià. En los años 60 lo abandonaron y se convirtió en un estanque de aguas residuales. En 2003, gracias a la Asociación de Vecinos de Vallvidrera, se recupera ahora como zona de ocio y de protección de reptiles y anfibios; hoy una de las reservas con más diversidad que tenemos, pero también una especie de vertedero de bestias doméstica que sus dueños abandonan. Los ánades reales, salvajes y autóctonos, conviven con tortugas de California y otros intrusos.

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Rodeamos el pantano por la izquierda hasta el puente que se adentra en él, perseguido por patos de granja acostumbrados al trato humano que mendigan una miga de pan. Caminamos entre plataneros, solos, en silencio. No cuesta imaginarse cómo los burgueses barceloneses llegaban aquí buscando su particular 'Déjeuner sur l’herbe'. Seguimos el camino, sin desviarnos. De repente, toda la diversidad de Collserola resumida aquí: especies prehistóricas, como el helecho o la cola de caballo, los frutos rojos del brusco –que crecen del centro de la hoja–, el laurel, la pizarra, las lianas que lo cubren todo y las zarzas, que antiguamente se utilizaban como muros vegetales para proteger los cultivos.

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Llegamos hasta la fuente, una de las 200 que hay en toda Collserola, algunas de agua freática y otras conectadas al sistema público, y seguimos adelante por este camino hacia arriba, de metro y medio de ancho hasta llegar a la señal que indica Can Llevallol. Aquí hay dos opciones: coger el desvío, que lleva a un camino de encinas precioso, o seguir por el mismo camino, la opción que escogemos, hasta llegar a la parte soleada de Vallvidrera, en una carretera con vistas sobre toda la ciudad donde no hace mucho han instalado un banquito para disfrutar del panorama. Vale la pena.

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Retrocediendo después en la plaza dels Pins de Vallvidrera, en la misma salida del camino de tierra, cogemos la calle de Mont d’Orsà, que entre casas modernistas (¡atención al Consulado de Macedonia, entre las rejas del jardín!) llega a la maléfica plaza de Vallvidrera, también conocida como el cruce de los seis semáforos, donde acaba nuestro recorrido. El sol y unos vermuts nos esperan en la terraza de Casa Trampa, toda una institución del barrio, que desde 1882 llena con gracia el estómago de vecinos y forasteros.

Fauna y flora

Jabalí

Son los indiscutibles reyes de Collserola y no es extraño encontrárselos por los caminos o intentando volcar contenedores. ¡No os acerquéis demasiado si no queréis haceros daño!

Brusco

Unos arbustos salpicados de frutos rojos rodean los caminos de Collserola. Son bruscos y su particularidad es que fruto crece en medio de la hoja, que realmente es tallo.

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Herrerillo

El herrerillo azul es uno de los pájaros más característicos y abundantes del Parque. A menudo lo veréis colgado boca abajo buscando alimento en las ramas más finas de los árboles.

Helecho

El helecho, amante de la sombra y la humedad, crece a destajo en esta parte de Collserola. Si miráis bajo sus hojas, veréis las esporas con las que se reproduce.

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Ánade real

El ánade real, el más común y grande de Europa, nada por el pantano acompañado de patos domésticos que han escapado de alguna granja cercana para cambiar de residencia.

Esparraguera

A finales de febrero, los cazadores de espárragos tiran por estos caminos en busca de tesoros, y por lo que parece vuelven con las cestas llenas. Los buscadores de setas también faenan por aquí.

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