Mina Hamada i Zosen a Sant Adrià
© German RigolMina Hamada i Zosen a Sant Adrià
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'Street art': Murales a gran escala

Hablamos con Aryz, Mina Hamada, Kenor y Cinta Vidal; cuatro de los embajadores más prestigiosos del 'street art' de Barcelona

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¿Qué queda de la Barcelona de principios de los 2000, aquella ciudad que se convirtió en la capital mundial del muralismo? El poso de aquellos años es diverso, generoso y traspasa nuestras fronteras, pero corre el riesgo de evaporarse. Son muchos los artistas urbanos de primer nivel que tienen su base en la ciudad gracias a la influencia de aquellos años. La mayor parte de su obra, sin embargo, se ha ido de nuestras calles hacia festivales de arte de otras capitales, donde acaban pintando las grandes fachadas por las que estos creadores son reconocidos internacionalmente.


"Tenemos una escena riquísima y nos sobra creatividad", opina Aryz, uno de los muralistas catalanes más prestigiosos en el mundo, con cientos de miles de seguidores en las redes sociales. "El problema es que aquí prácticamente no hay recursos para apoyar lo que hacemos", concluye.


Aviso para navegantes: no hablamos de grafiti. La confusión entre este término y el 'street art' es habitual y casi todo el mundo los pone en el mismo saco cuando tienen poco que ver. Mientras el grafiti tiene un componente intrínsecamente ilegal y normalmente se basa en letras, el muralismo de hoy en día se suele hacer con permiso y apuesta por dibujos, composiciones y formas abstractas. De hecho, muchos de estos creadores reniegan de la etiqueta de artista urbano. Para ellos, lo único que tienen en común es que pintan en la calle y poco más. "Estamos definiendo un movimiento sólo por el soporte escogido donde realizamos nuestra obra", opina Kenor, reconocido muralista barcelonés con más de 30 años de actividad a sus espaldas.


Aryz, Cinta Vidal, Kenor y Mina Hamada tienen diferentes edades y procedencias, pero todos han bebido de la escena barcelonesa y desarrollan buena parte de sus encargos fuera del país. "Nos valoran más fuera que aquí", señala Hamada, "vemos como otros países europeos destinan muchos más recursos", añade.

Para realizar este reportaje prácticamente se han tenido que alinear los astros: no ha sido fácil encontrar a los cuatro artistas en la ciudad, acostumbrados a pasar buena parte del año durmiendo en hoteles y pintando grandes fachadas con el permiso (y reconocimiento) de las autoridades. Cuando contactamos con ellos, uno estaba a punto de irse a Japón, una en Francia, otro en las islas Canarias... Al final, todos acaban volviendo a Barcelona.

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Aryz

(Palo Alto, 1988)

Proveniente de una familia de artistas, sus grandes composiciones y una gama cromática muy particular lo han convertido en un referente mundial.

Una casualidad (o la falta de recursos) definió la gama cromática con que Aryz se ha hecho famoso en todo el mundo. "Empecé a pintar fábricas abandonadas con pintura reciclada que encontraba al centro de recogida", relata por teléfono mientras prepara la maleta para irse a Japón a pintar un mural. "Los colores que empleaba, totalmente aleatorios, marcaron mi manera de pintar y definieron mi estilo sin que fuera consciente".
Se crió en Cardedeu, aunque desde la adolescencia aprendió de lo que veía en las calles de Barcelona. "Cada vez que venía a la ciudad alucinaba. Yo me he nutrido de la riqueza que había en nuestras calles", señala. Sin embargo, Aryz destaca el hecho de haber crecido alejado de la ciudad. "El juego es muy diferente si empiezas en un pueblo", señala, "sabes perfectamente quién vive en cada casa y no le pintas la fachada a nadie". Recientemente decidió compilar en un libro ('Outdoors') los últimos diez años de actividad muralística gracias a la que ha dado la vuelta al mundo. La sorpresa llegó cuando puso en marcha una campaña de micromecenazgo para pagar la edición: en poco tiempo recaudó más de 115.000 euros.

Obras

Aryz realizó este mural, 'Príapo y Deméter', en Granollers en junio de 2014.

Este bodegón lo pintó en abril de 2017, durante el Jidar Street Art Festival, en Rabat (Marruecos).

Mina Hamada

(Nueva Orleans, 1981)

Nació en Estados Unidos y creció en las calles impolutas de Japón. Quería ser autora de libros infantiles hasta que en 2009 vio en Barcelona un spray por primera vez.

Después de haber crecido en Japón, donde todo está bien limpio y ordenado, describe la llegada a la ciudad en 2009 prácticamente como una epifanía. "Nunca había visto un spray hasta que llegué aquí", reconoce. "Descubrí un nuevo mundo, no tenía ni idea de que había tanta gente pintando murales por el mundo".
Hamada tenía muy claro lo que quería hasta que llegó a Barcelona. "Yo hacía dibujos, escribía cuentos y poemas... lo que quería era ser autora de libros infantiles", explica con un español con marcado acento japonés. En principio venía a pasar un año porque la ciudad la inspiraba y quería hacer nuevos amigos. Ya hace 10 años, de eso, y aún no se ha ido.
Hamada ni siquiera sabía que se podía vivir de pintar murales. Hasta que en 2011 se alió con Zosen, un artista urbano de Barcelona con muchos años de trayectoria. Poco a poco empezaron a colaborar y a llevar sus formas planas y abstractas por diferentes partes del mundo: Irlanda, Rusia, Francia, Italia, EEUU, México, Argentina, Japón...
Antes la obra de estudio representaba la mitad de su trabajo, ahora prácticamente dedica todo el tiempo a pintar murales. "Me gusta pintar en la calle porque es menos introspectivo", comenta, "te obliga a comunicarte con la gente".

Obras

Mina Hamada hizo este mural en el parque del Carmel (Barcelona) durante el festival Caminart, en septiembre de 2016.

Composición pintada por la artista en el centro de Long Beach (EE.UU.) en el festival Pow!Wow! en septiembre del 2017.

Cinta Vidal

(Barcelona, ​​1982)

Pintaba telones de gran formato para obras teatrales de compañías como Dagoll Dagom o La Cubana. Hace poco dio el salto a las calles.

"Yo no vengo de la calle, como la mayoría de muralistas, sino que aprendí el gran formato en el taller de escenografía". Se podría decir que la Cinta Vidal hizo el camino a la inversa que la mayoría de artistas urbanos. Si muchos empezaron con los muros y después entraron en las salas y galerías, ella se inició muy joven, con sólo 16 años, pintando telones teatrales en el taller de escenografía Can Castells. No fue hasta hace poco que dio el salto a la calle y los festivales.
"Escaseaba el trabajo por culpa del IVA cultural y empecé a hacer obra pequeña por mi cuenta", recuerda sobre sus inicios en el muralismo, hace cuatro años. Fue en ese momento que le propusieron pintar la pared de un local en Barcelona y su galerista observó que tenía talento para los muros. Rápidamente la puso en contacto con festivales de 'street art' de todo el mundo y comenzaron los viajes: Hawai, Canadá, Japón, Hong Kong...
Aunque reconoce que disfruta mucho con los murales, explica que últimamente se ha centrado más en los cuadros. "Es muy físico pintar estas paredes tan grandes y tengo algunas lesiones", se lamenta. Sin embargo, en abril tiene dos grandes murales programados: uno en Barcelona y otro en Cardedeu.

Obras

'Mudances' ('Mudanzas') fue una colaboración de Cinta con Uriginal hecha en marzo de 2016 en un muro situado en los alrededores de Montjuïc.

'White Hong Kong' es un mural que Vidal pintó en Hong Kong en abril de 2018, en el marco del HK Walls Festival.

Kenor

(Barcelona, ​​1976)

Desde finales de los 80 con un aerosol entre manos. 30 años más tarde, sigue saliendo cada semana tres o cuatro noches a pintar.

Ya hace 20 años que Kenor comenzó a alejarse de las letras y del grafiti más clásico inspirado en el hip-hop. "Siempre he escuchado música electrónica muy abstracta", comenta este veterano de la escena, "el ritmo y las composiciones de sellos como Warp me llevaron hacia la pintura abstracta".
En ese momento, Kenor era una rara avis. No pintaba letras, pero quería seguir plasmando sus coloridas formas geométricas en soportes ilegales como los trenes de cercanías. "Tiraba líneas mientras vigilaba a izquierda y derecha", recuerda, "me di cuenta de que era muy gestual y sencillo".
El boom del 'street art' en Barcelona lo acogió con los brazos abiertos y comenzaron los viajes: Estados Unidos, Colombia, Rusia, Polonia, Dinamarca, Finlandia... "En ese momento pintábamos por amor a la vida, pero de repente nos empezaron a pagar por lo que hacíamos ", explica.
A pesar de ser uno de los artistas más respetados, afirma que siempre mantendrá la conexión con la calle y la ilegalidad. "Yo me desvinculo del arte urbano, no me siento parte de este circuito", asegura. Por eso, 30 años después, sigue saliendo tres o cuatro noches a la semana para pintar en la calle y en las vías del tren. "Me conecta con el silencio, la noche, los olores... aún tengo la necesidad de decir que una parte de la ciudad es nuestra".

Obras

'Gamma player' es un mural de 51 metros de alto que Kenora hizo en el barrio de Sviatoshyn Raion, en Kiev, durante 2015.

El barcelonés realizó esta obra, 'Techno', durante el festival Polyhedric, que se celebró en 2017 en L'Hospitalet.

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