1. El mar: cocina tradicional en los pueblos de la Costa Brava
La Costa Brava empieza en Blanes y, si queréis ser exhaustivos, necesitaréis muchas escapadas, porque los restaurantes que preparan platos marineros típicos, con un necesario toque actualizado, son muchos y hasta llegar a Cadaqués o Portbou hay que comer mucho. Pero si lo que queréis es tener pistas para empezar a elegir en una primera escapada, aquí tenemos unas cuantas. Los productos estrella, lógicamente, son el pescado y el marisco. Si hablamos de la gamba de Palamós como uno de los milagros de la naturaleza, será por algo. Y el producto del mar, como mejor sabe, es acompañado con buenos caldos y buenos arroces. De todo esto se puede encontrar en restaurantes como Els Pescadors, la Sala d'Isaac o el Compartir de Cadaqués: tienen como especialidad la langosta frita con huevos fritos, las gambas a la brasa o las sardinas marinadas. Platos humildes, de toda la vida, pero hechos con una nueva intención y con el buen gusto de siempre.
Como imaginamos que la escapada será de más de un día, también es importante elegir bien el hotel, y que este también tenga una propuesta gastronómica interesante. Encontraréis unos con bodega propia como el Cala Jóncols en Cap de Creus y otros con una selección de vinos igual de meditada como el hotel Sa Rascassa o el hotel Ses Negres. Estas pueden ser buenas bases de operaciones para extender la exploración por la costa -e incluso comer en un barco en La Gastronòmica, con el que navegaréis por la Costa Brava y haréis parada en una cala preciosa para degustar productos de la Llotja del pescado de Palamós y vinos del Empordà-, o visitar villas marineras como Roses o Palamós y aprovechar para presenciar una subasta de pescado o nudrirse del ambiente de los puertos, o probar vinos típicamente ampurdaneses, los de Mar d'Amunt, a bodegas como Hugas de Batlle o Somni d'Istiu, de entornos ideales para montar un buen plan de enoturismo. Con estas recomendaciones no es que vayamos a vivir el doble, sino el triple.