Plazas con encanto

Os hacemos una selección de las ocho plazas con más encanto de la ciudad y sus mejores restaurantes y bares

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Por suerte, podemos decir que Barcelona está llena de plazas bonitas, pero nos quedamos con estas por su historia, su ubicación y por los establecimientos que crecen en su interior.

Plaza Prim

La plaza más emblemática del Poblenou es también la que conserva las casas más antiguas. Blancas y humildes, las construcciones del siglo XIX que la rodean eran las viviendas de los pescadores cuando éste era un barrio marinero. La plaza Prim, pequeña y bonita, no necesita demasiado para seducir. Tres fantásticos ombús, una fuente nada espectacular, unos cuantos bancos y un único restaurante... ¡Pero qué restaurante! Els Pescadors tiene el privilegio de disponer en exclusiva de la terraza y, aunque esta exclusividad se paga en efectivo o con tarjeta, es imperativo zamparse algunos de sus platos marineros al fresco de la plaza. Una experiencia que te reconcilia con la vida. Y si lo que buscáis es algo más asequible, vuestro lugar es el Tío Che.

Plaza de El Sortidor

¡Ah, el Poble-sec! El barrio ignorado se ha convertido en poco tiempo en el nuevo punto de encuentro de los barceloneses que quieren huir de las zonas más tourist-friendly y degradadas. Más allá del desbarajuste de bares de la calle Blai (benditos sean), la plaza del Sortidor se mantiene como un cobijo para los vecinos y visitantes que buscan tomarse una cerveza o picar algo tranquilamente. Es difícil encontrar una placita más bonita en el Poble-sec, incluso a pesar de la salida del parking que ocupa el centro del espacio. Hace mucho tiempo que la fuente neoclásica que le dio nombre fue trasladada a Montjuïc, pero no sufráis, que aquí no se pasa ni sed ni hambre: el Luki, La Soleá y El Sortidor están aquí para cuidaros.
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Plaza de la Concòrdia

Nada le hace sombra al campanario de la iglesia de Santa Maria del Remei. Sus 40 metros de altura no tienen competencia en la plaza delimitada por bonitos edificios ochocentistas y novecentistas. Nos encontramos en el corazón del Eixample de las Corts y nada nos hace pensar que las grandes avenidas y los rascacielos se encuentran sólo a un paso. La plaza de la Concòrdia es el lugar con más encanto del barrio, la prueba que recuerda que mucho antes de que existiera L'Illa o el F.C. Barcelona las Corts ya existían. Seguid haciendo historia en la Antiga Farmàcia, que empezó a vender remedios en 1860, y en el Centre Cívic Mas Deu, que ocupa un magnífico palacete modernista de 1897. Para comer, visitad el Fragments Cafè.

Plaza de Osca

Desde el dóner kebab de franquicia hasta el restaurante de cocina tradicional, en esta plaza de Sants puedes remojarte la garganta y comer como te apetezca. ¿Quieres birra artesana y una buena croqueta? Al Homo Sibaris. ¿Que te mueres por una focaccia y un zumo natural? ¡Al Teta de Monja! Y sea la hora que sea, en el Fo Bar encontraréis buena comida. Cuento más de diez bares, que se reparten la explanada con cuatro mesas cada uno. A pesar de este maná de sillas y mesas, por la noche no es fácil encontrar sitio para sentarse, pero cuando se consigue, no hay quien te desenganche el culo de tu trocito de paraíso urbano. Como colofón, un dato práctico -las terrazas cierras sobre las 23 h-, y una friqui: aquí nació Núria Feliu. Sants, Sants...
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Plaza de la Virreina

No es la plaza con más bares de Gràcia ni la más bonita, pero es la más agradable. La rivalidad entre los tres bares La Virreina, La Cafetera y Terra Bar es legendaria, aunque aquí lo que importa es el ambiente, cosmopolita, distendido, de espectadores del Verdi y del Lliure, que van o vienen, alumnos de Swingmaniacs o del Taller de Guionistas, residentes que se toman el primer café de la mañana o se comen un helado por la tarde. Muchos domingos se hacen bailes de swing multitudinarios y los días de cada día es el campo de batalla de los niños que llenan globos de agua en la fuente. Georges Perec podría haberla escogido en vez de la parisina Saint-Sulpice y sólo le habrían faltado los autobuses.
Allí también está Bateau Lune, una de las tiendas de juguetes más entrañable de la ciudad.

Plaza Eivissa

Situada en el corazón de la parte antigua de Horta, la plaza Eivissa sorprende por su forma irregular, muy diferente de la delimitación, generalmente cuadrada o rectangular, de las plazas tradicionales. Tampoco es habitual encontrar en Barcelona la esencia de su ambiente popular, su resistencia de barrio sin imposturas. Aquí no hay rastro de retro-bodedas, ni de restaurantes hipsters, ni de gastrobares, ni de tiendas de cupcakes o muffins... Nadie los echa de menos. La gente, los vecinos, se reúnen alrededor de unas bravas, unas cañas, unos churros, una pizza... La plaza Eivissa es el punto al que hay que volver a desintoxicarse del exceso de puñetas del centro.
Para comer, nos quedamos con dos institucions del barrio, el Quimet d'Horta y Louise Se Va.
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Plaza de Hilari Salvadó

Esta plaza no es ni mucho menos una de las más bonitas de Barcelona, ni siquiera de la Barceloneta, pero tiene el increíble talento de ofrecer un rincón de naturalidad en un barrio que tiende a convertirse en un decorado para turistas. No es que aquí no haya guiris, los hay, sino que conviven con los barceloneses en proporciones humanas. Quizá la proximidad del Leo, epítome del bar de toda la vida con tendencia al canallismo, hace posible este milagro. Por cierto, Hilari Salvadó, hijo del barrio, fue alcalde de Barcelona entre el 1937 y el 1939, y durante estos años trabajó para proteger a la población de los bombardeos. ¡La Barceloneta resiste!
De los locales que llenan la plaza nos quedamos con dos para comer y beber: Filferro y Absenta.

Plaza de Sant Agustí Vell

¡Que difícil tener que escoger una única plaza del Born! Podía haber escogido por mágica la plaza de Sant Pere de les Puel·les, o la calle de Allada Vermell, por la abundancia de terrazas y aquella fachada llena de macetas que te transporta a un pueblo de hace treinta años. Pero me quedo con Sant Agustí Vell, y no sólo porque es preciosa, sino porque tiene la virtud de transmitir la calma en medio del jaleo del Born. De día, podéis comprar fruta y verdura eco en La Hamaca, o comer un menú en el entrañable en Can Joanet, pero tampoco podéis dejar de probar las tapas del Bar Mundial. Por la noche, tenéis la opción de comer algo en el minúsculo y alternativo El Perro Blu o sentaros en medio de la plaza en la terraza del restaurante 1932.
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