1. Platja Fonda (Begur)
Situada a los pies del acantilado que le da sombra y rodeada de una gran 'pared' que la protege, es una de las calas más curiosas de la Costa Brava. Par acceder a ella tendréis que bajar unas cuantas escaleras en bastante buen estado pero poco aptas para niños pequeños y personas mayores. Aunque hace unos cuantos años era habitual ver un chiringuito durante los meses de verano, todavía es un escondite indómito: una pequeña cala de unos 130 metros de longitud y 35 de ancho que ha permanecido virgen y salvaje en el sentido más primitivo del término.
El agua presenta tonalidades oscuras, gracias al color de la arena (oscura y gruesa) y la sombra de la gran roca. La playa Fonda tiene, además, un fondo submarino que hará las delicias de los aficionados a la inmersión ligera. Si preferís tomar el sol y triunfar en Instagram, prestad atención al majestuoso cabo de Begur. Desde el lado derecho de la playa es posible ver la silueta del histórico Semáforo de Begur, una antigua estación meteorológica reconvertida en mirador que ofrece una panorámica impresionante del macizo.
Cómo llegar: Para acceder a la playa Fonda desde el centro de Begur hay que coger la misma carretera que lleva a las playas de Aiguablava y de Fornells. Antes de llegar a la segunda cala, encontraréis un desvío a la izquierda. Después de cruzar una urbanización, encontraréis un zona de aparcamiento donde podréis dejar el coche y seguir el trayecto a pie siguiendo las indicaciones.