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Es un placer volver a encontrarse con la verdadera cocina vietnamita, sencilla y sabrosa, con una visita al Pho, auténtico bar y restaurante representante de la cocina del sureste asiático. Se trata de una cocina que no sólo es gustosa, si no que también es sana y fresca. Destaca entre las otras cocinas orientales, como la china, por ejemplo, porque utiliza menos fritos, o la tailandesa, porque no abusa del picante. El picante, en los platos vietnamitas, más que un impacto es un sabor intenso en la boca, quizá matizado por la abundancia de hierbas que intervienen en los platos, como la menta –gran protagonista –, la albahaca o el cilantro que dosifican muy sabiamente.
En las orillas del río Mekong, naveguen unas señoras que van preparando platos en sus barcas, fundamentalmente sopas, para que se puedan probar en las riberas. La sopa es la principal protagonista del Pho (nombre de las sopas), donde Haí Nguyen cocina con el mismo arte y gusto exquisito con el que ha decorado su pequeño recinto de dos plantas, con el fucsia, el verde y el blanco dominantes por su buena capacidad para crear hambre, según los estudiosos de los colores... Buen apetito se debe tener para saborear una 'bún bò hue', una sopa muy gustosa, picante, con aroma de hierba de limón con ternera y cerdo. Por si el comensal lo desea, viene acompañada de más guindilla picante, brotes de soja y dos tipos de cilantro.
Antes hemos probado los rollitos 'cha giò' o rollitos de primavera, con carne picada, fideos y verduras, fritos, crujientes y que se envuelven con menta fresca, lechuga y se mojan con salsa de pescado, o los 'goi cuon chay', que son unos rollos de verano, con 'bún' (fideos de arroz), carne, gambas, lechuga, zanahoria y cilantro, envueltos con una fina hola de harina de arroz, servidos con salsa 'hoisin' (salsa negra o de marisco). Son lo que en el Vietnam del Norte llaman 'nem'. Haí y su marido alemán, Holger, se lanzaron hace dos años a esta aventura, dejando de lado sus actividades de exportación y de economista. Se casaron en Sitges después de haber recorrido la mayoría de restaurantes asiáticos y llegaron a la conclusión de que había lugar para un buen restaurante de cocina vietnamita y que era necesario.
De las recetas de la madre y de un tío que tiene en Australia, Haí alimenta su cocina. EL resto fue verter sus experiencias de vida en diversos países para acabar en un espacio muy agradable, colorido, sobrio y que no es demasiado llamativo desde fuera, cosa que hace que tenga éxito gracias al boca-oreja y que “la mayoría de la gente que viene es por recomendación de otra”. Hay cerveza vietnamita, una carta corta de vinos y buenas infusiones para lo que quieren acompañar estas comidas con té.