Pont Aeri Manresa
Foto: Maurici Ribera Pont Aeri Manresa
Foto: Maurici Ribera

Los lugares abandonados más terroríficos de Cataluña

Balnearios, casinos, discotecas, torres, parques de atracciones... Sitios abandonados que te erizarán los pelos de la nuca

Ricard Martín
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Ah, la guadaña del tiempo...  Mecas turísticas en las que antaño camparon la fiesta, el lujo y el lucro a sus anchas, hoy son ruinas enormes, un erial digno de película de zombis. Os garantizamos que en ningún otro lugar os sentiréis tan solos como en estos espectaculares –y terroríficos– lugares abandonados. Sed prudentes y largaros antes de que se haga de noche. 

NO TE LO PIERDAS: Locales que han cerrado y echaremos de menos 

Torre Salvana: ¡el Castillo del Infierno!

Empezamos con fuerza. Quién diría que, justo al lado de la Colonia Güell, en Santa Coloma de Cervelló, está uno de los sitios más encantados de Cataluña. La Torre Salvana, una fortaleza documentada desde el año 992 DC, está en el ABC de los visitadores de lugares abandonados y también es el más espantoso. No en vano se ha ganado el sobrenombre de Castillo del Infierno.

Hay testigos que hablan de un humo negro inexplicable que sale de la ventana de la torre, de psicofonías, de entrar a explorar y sentir que te tiran del brazo, de voces de mujeres que lloran y piden ayuda... Todo tan terrorífico como ver una edificación milenaria caerse a pedazos y llena de grafitis vandálicos.    

Marmellar: ruinas y asesinatos

Marmellar, en el municipio de Montmell, es un pueblo abandonado del Baix Penedès (Tarragona), que la Guerra Civil despobló, como tantos otros. O quizás no. Para llegar, tienes que dejar el coche en la urbanización Talaia del Mediterráni y andar veinte minutos hasta los 532 metros de altitud de un núcleo rural al que nunca llegaron ni luz ni agua corriente. Una decena de masías en ruinas –ahogadas en verde salvaje– y una iglesia con un campanario bien conservado surgen de golpe, después del camino de cabras. El sitio es bonito y solitario. Pero dos crímenes perturban –o matizan– este bucolismo lúgubre.

En julio de 1993, en la iglesia, dos cazadores encontraron el cuerpo quemado de una mujer joven, de entre 20 y 30 años, seguramente abandonada allí desde San Juan, entre los restos de hogueras y cruces invertidas pintadas en las paredes. El otro ocurrió en 1996: en el mismo término municipal, en la urbanización (que quedó a medias y también desierta) descubrieron el cuerpo de una chica de diecinueve años. Era la empleada de una gasolinera de L'Arboç, a la que secuestraron durante un atraco. Ambos asesinatos han quedado sin resolver. Y a mí no me pillarán en Marmellar sin la luz del sol.

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La Puda de Montserrat, balneario de culto

Entre finales del s. XIX y la Guerra Civil, los balnearios vivieron su época de máximo esplendor. Sin la importancia del turismo de playa, la burguesía catalana se afanaba a tratar sus males (y a pasar sus vacaciones) en lujosos enclaves como La Puda de Montserrat, en Esparraguera (Baix Llobregat), con el subsuelo relleno de aguas medicinales sulfurosas.

Se acabó de edificar en 1871, y tenía que ser uno de los balnearios más grandes de Europa. Y pese a que solo se acabó el ala izquierda, su edifico todavía hoy es austero, bello, imponente. Y digo todavía porque desde el cierre del balneario, durante la década de los setenta del siglo pasado, no ha levantado cabeza, abandonado y vandalizado durante 50 años. El 2018 sufrió un robo por valor de 80.000 euros (¡se llevaron ascensores de 1924!). Espera la prometida inversión privada que lo recupere como hotel y balneario. Mientras tanto, por el carisma de sus paredes ha acogido filmaciones de películas y videoclips: The Cult, por ejemplo.  

El Gran Casino de l'Arrabassada

La maleza y los árboles de Collserola esconden cosas que, no por más sabidas, dejan de ser sorprendentes. Como por ejemplo el Casino de l'Arrabassada. Hoy en día son un conjunto de ruinas que dejan entrever su monumentalidad: el complejo incluía el casino, un hotel de lujo, un lago y un parque de atracciones con una montaña rusa. Y un ejército de chefs venidos de París, una orquesta y toda la pompa y fasto imaginable. Se inauguró en 1911 con el nombre de Gran Casino i Gran Hotel de la Rabassada, y detrás había un grupo de inversores franceses. Que no tuvieron mucha vista: la 'dictablanda' de Primo de Rivera prohibió el juego en 1923 y la Guerra Civil acabó de hundir el complejo turístico.

En 1940 empezó su derribo y saqueo. Hoy, solo asoma, como el diente de un cadáver gigante, un pedazo del mirador con un inquietante rostro pétreo grabado, y algunos pedazos todavía visibles de la montaña rusa. Leyenda negra: dicen que había una habitación para que se suicidaran los desgraciados que lo perdían todo.  

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Pont Aeri: el hundimiento del hardcore

Nando Dixcontrol, DJ Eskudero, Pastis, Metralla... Si habéis vivido la movida 'bakala', las cervicales os tendrían que empezar a dar calambrazos de gusto a su mención. Pont Aeri, la meca del 'chumba-chumba' hardcore en Cataluña se instaló en Manresa el verano del 2000 (el local de Terrassa se le quedó pequeña).

Y fue un año corto pero intenso: el éxito fue espectacular, pero el descontento y la alarma social que generaron las broncas y vandalismo de cierto sector de su público también. La presión política consiguió implementar el cierre en diciembre del 2001. Hoy en día, la maleza reclama al cemento, y su interior, decadente y herrumbroso, asusta tanto que parece el escenario de una peli de 'torture porn' del duro. Esta magnífica foto de Maurici Ribera (el músico folk-punk conocido como The Missing Leech) así lo atestigua.  

Aquàtic Paradís: ¡niños muertos succionados!

El parque acuático Aquàtic Paradís de Sitges abrió en 1987 y cerró dos años después de los Juegos Olímpicos, en 1994. La inversión para abrirlo fue tremebunda: 500 millones de euros. Y al principio las cosas iban bien: miles de visitantes felices abarrotaban sus toboganes y piscina de olas. Pero ese mismo año, la muerte de un niño en Aquadiver de Platja d'Aro (¡parque que a día de hoy sigue abierto!) provocó la caída en picado de las entradas. Empezaron a circular leyendas urbanas –la más descabellada, que un niño murió succionado por el motor de la piscina de olas–  y se inició una agonía que culminó en el cierre de 1994.

Desde entonces, los planes de reconversión y reapertura se han ido frustrando por el encadenamiento de crisis. Balagueró rodó planos de 'Rec', y se alquila como  escenario de juegos de Air Soft (eso de los rambos domingueros con balas de plástico, ojo). El sitio es sobrecogedor: agua estancada, toboganes desérticos, la maleza absorbiendo la zona de chiringuitos... En cualquier momento esperas que tu paseo extraño se convierta en 'Dawn of the dead'.     

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Ramon Reig, el parvulario maldito

Y un 'off' Barcelona. A principios de los ochenta, el mejor sitio en el que podía empezar a educarse un niño en Figueres (Girona) era el parvulario Ramon Reig, una escuela abierta en 1969, con un proyecto pedagógico basado en el descubrimiento del entorno, algo rompedor en la época tardofranquista. La escuela cerró en el 2011, y el Ayuntamiento de Figueres la adquirió por valor de medio millón de euros. Han pasado once años, y a la espera que la conviertan en una residencia para personas discapacitadas, el lugar es un derelicto total: se cae a pedazos, han robado puertas, ventanas, e incluso tazas de váter. La combinación de espacios diáfanos y coloristas, hechos a medida para los niños, con podredumbre, escombros y humedad es perturbadora.

Servidor recuerda haber presenciado allí su primer concierto, a los tres o cuatro años: uno de Xesco Boix, el cantautor y animador infantil del Grup de Folk, que se suicidó en 1984. Hace un par de años, paré el coche delante del Ramon Reig, a las afueras de Figueres, en la N-IIa. Caminé hacia la escuela abandonada –justo pasado el también dejado de la mano de Dios Camping Pous– y me fumé un pitillo ante las ruinas de mi infancia. Y juraría que escuché a Xesco Boix cantar (bueno, no, eso es una licencia poética). Pero sea como sea, el sitio acojona muuuuucho.   

Molinàs, el pueblo olvidado

Y después de tanto escalofrío solitario, acabamos con una excursión bucólica, serena y sin peligro alguno. Si vas a Colera (Alt Empordà), la playa lo vale, debes saber que a pocos kilómetros a pie está el pueblo abandonado de Molinàs. La excursión es muy sencilla: a la salida de Colera, cruza la carretera y toma un camino de tierra. El trayecto no dura ni cuatro kilómetros y es un paseo placentero. Verás vaquitas y cabras en equilibrio inverosímil en las terrazas de la sierra de la Balmeta, y algunas granjas de abejas. Y llegarás a un núcleo de una decena de casas y masías medio devoradas por las zarzas. El pueblo de Molinàs, fundado a finales del s. XVIII alrededor de los viñedos y el aceite, llegó a tener más de cien habitantes. Los desastres naturales lo sentenciaron: la plaga de la filoxera, una inundación en 1920 –el caudal de los ríos se llevó casas y gente – y una helada en 1956 que acabó con las cosechas, hicieron que hacia los años setenta del siglo pasado fuese ya un pueblo abandonado. Bien mirado, un poco maldito, sí que está, ¿verdad?

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