'Hic sunt dracones'. Encontraréis dragones. Esta advertencia, habitual en los mapas antiguos para referirse al mundo que aún no estaba cartografiado, se puede aplicar a Barcelona: según el delicioso libro 'Drakcelona' (Arola, 2011) del fotógrafo Josep Martínez, en nuestra ciudad hay hasta 400 dragones presentes en elementos artísticos y arquitectónicos. La simbología del dragón es totalmente opuesta según el continente: en Europa, el dragón es un símbolo maléfico, demoníaco, el oponente a vencer que nos espera en el inframundo.
En Oriente, es un poder solar y fértil, portador de vida y que conecta el cielo y la tierra. Pero por la profusión de dragones en Barcelona –y la simpatía con qué fiera y urbe se abrazan, ve a saber si la complicidad se forjó en los tiempos en qué éramos la Rosa de Fuego– podemos decir que Barcelona quiere a los dragones y los ha puesto en lugares privilegiados. Y no es extraño; encontraréis dragones en edificios erigidos durante los momentos de gran pujanza de Barcelona: la Barcelona condal, la ciudad que se enriqueció con el ascenso de la burguesía y la Barcelona de diseño de finales del siglo XX. Benigno o maligno, el dragón es sabio: si levantáis la cabeza y vais a buscar escamas, zarpas y colmillos con calma, descubriréis una ciudad escondida, en una frecuencia de realidad ligeramente diferente de la del trasiego de cada día. Salid a cazar dragones!