Leer Maalouf es traspasar límites. Fronteras, patrias, exilios. Tras una década lejos de la ficción, el libanés ha novelado la historia de un profesor que vuelve a casa para enterrar a un amigo. Allí las raíces se le mueven: ha nacido en un planeta o en un país?
Los desorientados es un canto a la amistad perdida. Cuando Adam, el protagonista, intenta reunir el grupo de juventud, se da cuenta que la vida les ha cambiado. Querían comerse el mundo y el mundo ha devorado a unos cuantos de ellos. La semilla, sin embargo, permanece, y hay que buscarla.
Reunir viejos amigos en el Líbano, como ha hecho el autor de Las cruzadas vistas por los árabes, obliga a cruzar fronteras interiores: la religión, la familia, la política, la guerra ... El amor, incluso, centrado en la bella Semiramis. Los agravios entre Oriente y Occidente, en todo caso, vuelven a ser primordiales: por odiar, perdonar o recordar.
La potencia de Maalouf: en Los desorientados, un personaje explica la teoría del blind spot, el punto ciego de cada época, la tara por la que nos juzgará el futuro. De la inquisición a la esclavitud, los ejemplos históricos son claros. Pero ¿y mañana? Qué no vemos, hoy, y mañana nos definirá? Maalouf lo apunta.
Inagotable en unas líneas, esta es una de las grandes noveles de Maalouf, y un resumen de sus virtudes: profundidad, universalidad, tradición y talento narrativo. Un buen regalo de Reyes, a repetir en abril: en Sant Jordi, si nada falla, la obra aparecerá también, como se merece, en catalán.