1. Parque del Timanfaya
A diferencia de otros parques naturales, que no sabes exactamente dónde empiezan y dónde acaban, Timanfaya es único. Como un manto negro y rugoso, sin vegetación, que de repente invade todo el paisaje a tu alrededor, convirtiéndolo en un paraje casi extraterrestre. A finales del XIX los volcanes de la zona escupieron toda su lava arrasando durante varios días la isla de Lanzarote. De aquello nació Timanfaya, el único parque nacional geológico, una maravilla de la naturaleza. Tonalidades rojas, pardas, naranjas y ocres definen este cálido lugar, que todavía hoy mantiene la temperatura de la tierra casi a ras de suelo (unos 400º a tan solo cinco metros de profundidad). Si pudierais levantar una roca y echar algo de agua, veríais el efecto. Pero como está prohibido transitar libremente por el parque, estad atentos a la demostración cuando os bajéis de la ruta en bus por el parque.