Cerró Can Gaig de Horta. Y lo ha hecho también Can Joanet. Pero no derramaremos ni una gota (no es nuestro estilo), porque la oferta de bares y restaurantes del barrio mantiene el pulso. De hecho, mientras resista Can Cortada... La terraza es como el sueño de una noche de verano. Hace 20 años que abrieron en el espacio que ocupaba la masía de los antiguos 'virreyes' de la villa y forma parte, como no, del patrimonio histórico de Barcelona. El bacalao con roquefort es más que digno y son especialistas en carne a la brasa.
En Horta no abundan los restaurantes de parada y fonda. Se ha consolidado el modelo de bar-restaurante, con el Quimet de la plaza Eivissa como referencia, aunque con derivaciones hacia la hamburguesa, el vermut y la pizza. Uno de los bares que más furor está causando entre la juventud del barrio es el Setze. Abrieron en 2011 y todavía se le conoce como "el bar nuevo". Mercè, la dueña, nos dice que es el feudo de diablos y tabalers. Aquí lo hacen todo ellos, excepto los calamares, que no le terminan de salir como quisiera.
El 'hit' de la casa es el bocadillo Setze, una explosión de energía hecho a base de hamburguesa, cebolla, bacon y huevo frito. También tiene la versión pizza, con la carne picada en vez de la hamburguesa. Dinamita adolescente. Y mientras los jóvenes cogen fuerzas, los hermanos mayores hacen de las suyas en la Bodegueta d'Horta. El verdejo que nos sirven nos enfría el cuerpo y alegra la mente. Y para que no perdamos el ritmo, las tostaditas con queso que nos regala son un chute de optimismo. La misma sensación que tenemos cuando hablamos con Àlex del Destapa't. Abrió en febrero de 2014 y ya cuenta con una clientela fan de sus huevos estrellados con jamón y las bravas. El dueño del local es del barrio y había trabajado quince años entre Montbau y Gràcia. Quería trabajo en el barrio y gente que quisiera escuchar la misma música que él, es decir, soul, blues y R&B. Dicho y hecho.
Pero ya les digo yo que la joya de la corona de las cercanías de la plaza Eivissa no la tienen en ningún bar, sino que está en L'Eivissenca, la heladería. Y no es por los helados, que son buenísimos, ni por la horchata, sino por los granizados de pomada (gin xoriguer y limonada). ¡La magdalena de Proust! Y un motivo contundente para volver a Horta. Para hacer bajar tanta alegría no hay nada como los bocadillos del Louise se Va, un rock café que intentó alargar la vida nocturna del barrio con una disco homónima al lado de la plaza de Bacardí, pero no lo consiguió. Lástima, nos dicen en el Duplex. Oscar, el hombre que hay tras la barra, dice que la disco "le daba mucha vida a la noche de Horta". Y ahora mucha gente ya no se queda en el barrio a hacer la primera copa. Ellos se lo pierden. Aquí tienen cerveza de todo el mundo y gin-tonics, con la ginebra gallega Nordés como reina indiscutible.
Los expertos en brebajes combinados, asimismo, los encontramos delante de la bodega Massana, Teràpia, quizá el bar que hacía falta. Es, además, a cuatro pasos del Samba Brasil. El día que lo visitamos vimos, sobre las once de la noche, a una tropa de aprendientes a bailarines de sambas más contentos que Ronaldinho cuando marcaba un gol. Y bebimos una caipiriña ni dulce ni amarga. Ideal. Però sí, falta una disco para todos. Seguramente algo más cercano al Màgic que al Apolo. Más de pueblo, con las canciones del verano de hace veinte años, diversas generaciones en la pista y algo que te dice que aquí lo saben todo de ti.