Cala S'Alguer (Palamós, Costa Brava)
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Las 7 playas más íntimas de la Costa Brava

Rincones escondidos del litoral de Girona donde podrás disfrutar del mar y el sol sin los agobios del turismo de masas

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No es necesario coger un avión y marchar a la otra punta del mundo para encontrar una playa de catálogo. Os traemos aquella cala, piscina natural o playa salvaje donde ir a perderse a mediados de agosto con la práctica garantía de no encontraros prácticamente con nadie. Estos son rincones a los que no es fácil de llegar, pero que merecen todo el esfuerzo, pues el recuerdo de aquel día de sol nos ayudará a mantenernos vivos hasta la próxima primavera. ¿Cuáles son las playas más íntimas de la Costa BravaTomad nota de estos sitios porque quizá no os hablamos de ellos nunca más.


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7. Cala Estreta

Los del Alt Empordà tienen el Cap de Creus y los del Empordà, la Cala Estreta. Es inmensamente más modesta pero resulta muy adecuada para el 'Empordanet', donde Josep Pla habría considerado de muy mal gusto cualquier tipo de exceso y opulencia. La buena noticia es, a la vez, mala: durante el verano, el tráfico rodado está prohibido y para llegar hay que caminar unos 45 minutos desde la playa de Castell por el camino de ronda o bien –atención– sólo 20 si remontáis el camino de servicio que pasa por debajo de las torres eléctricas desde el aparcamiento de Castell. El esfuerzo, sin embargo, es directamente proporcional a la espectacularidad de este conjunto de calas nudistas, luminosas, abiertas a Levante y muy aptas para mañanas soleadas de invierno, que incluso en pleno verano permanecen relativamente tranquilas debido al paseo que hace falta para llegar. Si en la caseta de pescadores, que data del siglo XV, encontráis a un señor con canas, saludadlo: se llama Quico y hace años que vive allí. No tiene televisión ni radio porque dice que dispone de una pantalla de infinitas pulgadas enfocada al horizonte, pero os indicará a qué roca hay trepar para encontrar unas líneas de cobertura móvil según la operadora. Sólo os podemos decir una cosa más: tenéis que ir al menos una vez en la vida.


Cómo llegar en coche: Coged la AP-7 dirección Girona-Barcelona y tomad la salida 8. Seguid por la C-65 hasta Santa Cristina d'Aro, donde cogeréis la C-31 hasta Palamós. Una vez allí, seguid hasta el aparcamiento gratuito Castell de Palamós y bajad. Para llegar a Cala Estreta, hay que tomar el camino de ronda que une la playa del Castell con Calella de Palafrugell y desviarse por un pequeño sendero señalizado.

6. Platja del Pi

Es la primera playa del extremo norte del litoral catalán. No es que queden muchos pinos pero a cambio la compañía más probable es la de los pulpos y los peces. Sólo está a unos 500 metros de la playa grande de Portbou por el camino de ronda, pero hay tramos que son más aptos para las cabras que para las sandalias, así que la mayoría de los días apenas encontraréis algún esforzado nudista. Para llegar hay que atravesar las Tres Platgetes, que tampoco están mal y son un lugar muy adecuado para un día en familia; pero el premio queda todavía un poco más allá –no vayáis en días de mala mar o con riesgo de viento– y es un rincón de guijarros pequeño como un puñetazo, rodeado de acantilados negros, con el fondo marino exuberante del Cap de Creus y la sensación de estar muy cerca del fin del mundo.

Cómo llegar: En coche, desde la AP-7, coged la salida 4 (Figueres Sud) dirección N-II dirección la Jonquera, y después salida Figueres-Portbou (N260). En tren: En RENFE línea Barcelona-Portbou (Cerbere) parada Portbou. Una vez en Portbou, caminad por el camino de ronda desde la playa principal del núcleo de Portbou, pasando primero por la playa de las Tres Platgetes.

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5. Cala Jugadora

Salvador Dalí y Josep Pla ya nos hablaban de ella, pero poca gente la ha visto con sus propios ojos. Hay que llegar hasta el faro del Cap de Creus desde Cadaqués por una carreterita que llama a la prudencia y, desde allí, descender a pie por el lecho seco de un arroyo unos 30 minutos para llegar a un paraje amabilísimo, de suaves contornos redondeados por matas de retama, muy diferente del escuadrado aspecto de otros entrantes de esta costa salvaje. Probablemente, el nombre juguetón de esta cala proviene de la dulzura del paisaje: nos encontraremos un acogedor rincón de arena que da a un brazo de mar protegido de la tramontana con unas aguas totalmente transparentes y quietas que alojan una extensa pradera de posidonia –recordad que está protegidísima–. Es muy, muy, muy bonita y, si os quedáis a dormir una noche de principios de verano, el sol sobre vuestras cabezas al amanecer os hará vivir uno de esos momentos intensos de la vida.


Cómo llegar: salida 4 de la AP-7 (Figueres - Roses) en dirección Figueres sur y continuad por la carretera C-260 hasta Roses. Antes de entrar en Roses, coged el desvío de la GI-614 que acaba en Cadaqués. Allí, tomad la carretera que, desde la rotonda de entrada a Cadaqués, lleva hacia el Faro del Cap de Creus. Desde el faro se baja hacia el fondo de la riera y, antes de llegar a la ribera, hacia la derecha, caminad unos 10 minutos a Cala Jugadora.

4. Cala Vallpresona

Se trata de una playa casi virgen y desde donde no se vislumbra ninguna construcción humana. Tan sencillo y extraordinario como esto. Para llegar, hay que conducir por la carretera endemoniada que enlaza Sant Feliu de Guíxols con Tossa de Mar después de 360 ​​curvas, y estar pendientes de un rótulo que indica el desvío de bajada. No podremos acceder en coche, pero se puede dejar fácilmente aparcado al borde de la carretera. A partir de aquí, tendremos que bajar un buen rato a través del bosque: olvidaos del estilo 'bohemian beach' y calzaros unos buenos zapatos para caminar por la montaña. El esfuerzo, sin embargo, vale la pena. En pleno agosto, podréis encontrar dos o tres personas en una playa de guijarros de unos 200 metros. Es nudista y tremendamente extraña por su silencio, la falta total de referentes humanos y porque, a pesar de la ausencia total de servicios, se mantiene lo suficientemente limpia, seguramente porque sólo gente con bastante conciencia medioambiental se pega el tute de llegar. Si tanta soledad os parece excesiva, seguid un trozo más en coche y encontraréis la Cala del Señor Ramón, que también está apartada pero es de mejor acceso si vais con niños o personas mayores.


Cómo llegar en coche: Coged la carretera de Tossa de Mar a Sant Feliu de Guíxols, la GI-682. A unos cuatro kilómetros de Tossa, encontraréis un cartel que señaliza la playa. Aparcad y caminad a pie unos diez minutos.

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3. Cala Morisca

Ya para acabar esta lista de rincones apartados de la Costa Brava, os explicaremos otra historia de piratas, pero que en este caso data del siglo XX. La cala Morisca, que es un lugar bellísimo y solitario, al que, como sabemos, se accede desde la urbanización de Cala Canyelles, en Lloret, caminando por el GR-92 y descendiendo un buen tramo de escaleras, contiene la entrada a unos túneles que conectan esta pequeña bahía y puerto natural con una finca cercana. En los túneles, actualmente sellados, permanecen todavía vías y vagonetas y los restos de un sofisticado sistema de ventilación y alimentación eléctrica. La infraestructura, porque se trataba de una obra de bastante envergadura, servía al traficante y contrabandista corso Jean Antoine Canavaggio para trasladar con toda tranquilidad la mercancía que llegaba por mar hasta los almacenes situados cerca de la casa. No es ciencia ficción: en 1998, en aquel tranquilo lugar hicieron el comiso de hachís más importante de la historia criminal catalana, 17 toneladas. Hoy en día no queda nada de todo esto. Pero mientras disfrutáis de la soledad y de un agua plana y poco profunda de cualidades cristalinas, y de la pequeña bahía que nos aísla del resto del mundo, os podéis imaginar una peli de aventuras.


Cómo llegar en coche: tomad la carretera GI-682 de Lloret a Tossa de Mar. A unos cinco kilómetros de Lloret, pasada Cala Canyelles, coged el desvío hacia la urbanización Cala Brava. Allí encontraréis un cartel indicando la dirección hacia Cala Morisca.

2. Cala Maset

Cala Maset es un pequeño entrante con unos pocos metros cuadrados de arena, muy cercano a la populosa playa de Sant Pol. Es conocido como la cala del Puente, pues la carretera de Sant Feliu a Sant Pol pasa por encima haciendo un pequeño viaducto. Solo hay que bajar un par de minutos por las escaleras desde la carretera y ya estaremos. ¿Y por qué, entonces, situarla entre las playas solitarias? Porque cala Maset guarda un secreto que poquísima gente conoce: durante los días del solsticio de verano, cuando el sol sale exactamente por el este, los primeros rayos del alba caen justo dentro y la convierten en una especie de joyero dorado muy diferente del sombrío rincón que será durante casi el resto del día, aunque no es una mala opción si buscamos playa pero no nos gusta el sol. Si entramos nadando y nos dirigimos unos 50 metros a la izquierda, encontraremos una roca aislada donde es fácil subirse para saltar al agua. Los alrededores son profundos y la caída, de unos ocho metros, es totalmente segura. A cinco minutos en coche del centro de Sant Feliu, tenéis un lugar muy parecido al paraíso. Eso sí, la magia, como en el cuento de Cenicienta, se termina con las campanadas, en este caso las de las nueve de la mañana, cuando la multitud del verano comienza la implacable colonización diaria.


Cómo llegar en coche: Coged la AP-7 hasta la salida 9 (Lloret de Mar/ Sant Feliu de Guíxols). Hay servicio regular de autobuses Sarfa desde Barcelona y Girona.

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1. La Banyera de la Russa

Los paisajes de este tramo de la Costa Brava central son brutales, pero la historia que los rodea es aún más extravagante. Este pequeño entrante en receso de los acantilados bajo el castillo de Cap Roig, situado entre Mont-ras y Calella, se llama así porque la dueña del paraje, la señora Woevodsky, bajaba en burro para bañarse desnuda. Que la mujer no fuera rusa sino británica no nos estropeará ni la leyenda ni la excursión por los senderos que descienden desde el jardín botánico de la finca hasta este entrante de roca rojiza, de aguas siempre tranquilas e inmensa soledad, oficialmente registrado como cala Massoni. A pocos metros en dirección sur encontraremos la cala del Crit, que toma este nombre de una leyenda de piratas y, poco después, la de la Fontmorisca, que como su nombre indica contiene una fuente y había más piratas. Aún más al sur está la cala del Vedell (ternero), que hasta hace pocas décadas alojaba una colonia de estos mamíferos marinos, ahora ya desaparecidos en el Mediterráneo. Las tres calas pertenecen a Mont-ras, un pueblo varios kilómetros tierra adentro que le compró un pedazo de costa a Palafrugell para que sus jóvenes pudieran hacer la mili en la Marina Real. Los flecos de esta compraventa se arrastraron hasta hace poco: Palamós, Mont-ras y Palafrugell pelean durante años por la titularidad de las Illes Formigues, un archipiélago de pocos metros cuadrados que le ha costado la vida a muchos marineros y donde Roger de Llúria se apuntó una victoria ante la flota francesa por allá por el siglo XIII. ¿Basta de historia? Lo sentimos, es tan divertida que no nos podíamos aguantar. Aprovechamos para decir también que todas las calas nombradas son poco accesibles y garantizan bastante bien los baños en solitario.


Cómo llegar a pie: una vez estéis en los Jardines de Cap Roig, coged el camino de arena que hay al lado del aparcamiento del Jardín Botánico. Os espera un paseo de media hora hasta Cala Massoni.

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