El metro os dejará en Torras i Bages para empezar a explorar el pueblo que sobrevive en el noreste de la Meridiana, Sant Andreu de Palomar. Primera parada al titán arquitectónico de la Casa Bloc, en el paseo Torras i Bages. De los 200 pisos racionalistas concebidos por el GATPAC para alojar a obreros del barrio, sólo uno conserva la forma original. Después de perderos a voluntad por la trama de callecitas pequeñas, silenciosas, como la de Grau, un paso recóndito con casas bajas y jardines particulares de pasado medieval, como apuntaba Huertas Claveria en '50 vegades Barcelona'. Los pies os llevarán hasta Malats: casas señoriales a un lado y al otro, el Casal de Gent Gran Bascònia. Los abuelos bailan bajo la sombra de las moreras y juegan a petanca en un paraje idílico. Los carteles de 'Salvem el barri!' son reales, y recuerdan que calles como Bascònia y Jorba se conservarán, pero todavía hay áreas del casco antiguo afectadas por la modificación del Pla General Metropolità que corren peligro.
La fábrica del pueblo
Avanzad hasta otro punto neurálgico del barrio, la plaza porticada del Mercadal, que data de finales del siglo XIX y hierve de actividad con espacios como el Versalles, el bar de la finca modernista Can Vidal. A poco más de 100 metros de la plaza del Comerç os encontraréis con uno de los vestigios más antiguos de Sant Andreu: la Casa del Oficial, pendiente de estudio y preservación. Vale la pena pasar de camino a la plaza de l'Estació y antes de pisar la Fabra i Coats, la fábrica textil conocida como Can Mamella porque amamantó a muchas familias del barrio. Visita rápida al centro de arte contemporáneo y vuelta por el recinto fabril, en busca de las antiguas calderas.
Seguid por el Carrer Gran, girad por Sòcrates si queréis visitar el mosaico de Gaudí y contemplar restos de una bomba de las 'bullangues' y reposad, finalmente, en el centenario Café Colombia. Acabad el paseo en la Rambla (de Fabra i Puig), otro éxito vecinal de este barrio que se siente pueblo.