Avi de la Barceloneta
© Maria DiasAvi de la Barceloneta
© Maria Dias

La Barceloneta, vida de barrio [FOTOS]

Recorremos las calles de la Barceloneta y los bares más emblemáticos en busca del barrio que ha resistido al turismo más feroz

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Parece que la Barceloneta tenga una doble vida. Encontramos las calles repletas de ropa tendida, edificios viejos, abuelos que pasan el calor en los portales de sus casas y bares que han visto la mejor y la peor cara del barrio. Pero también está la Barceloneta repleta de turistas, de crema solar y de pisos conflictivos. Recorremos el barrio marinero de la ciudad en busca de su esencia.

No son ni las 11 de la mañana de un jueves y La Cova Fumada ya está llena de gente que se atreve a empezar el día con un desayuno de cuchillo y tenedor. Por las mesas danzan sardinas a la brasa, pan tostado con alioli, garbanzos, butifarras y, lógicamente, la bomba, la tapa estrella. Y en ese momento aparece Palmira, apodada “la bomba de la Barceloneta”, y que aunque esté jubilada siempre será la jefa, saludando a los clientes y haciendo carantoñas en la cocina.

“Podéis hacer fotos sin problemas, aquí y en la cocina. ¡Excepto en el sitio donde se preparan las bombas!”. Nos encantaría colarnos y saber el ingrediente o la técnica secreta de la tapa estrella del barrio. Tenemos que recordar que fue aquí donde nació esta esfera deliciosa de carne y patata rebozada y la salsa... ¡esa salsa! Maria Pla fue la fundadora de La Cova Fumada y la saga continúa. Cuatro generaciones dando de comer a media Barcelona.

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Quien no tiene un jardín en su casa, es porque no quiere. Eso debió pensar este vecino de la calle de Alcanar, con una entrada que puede competir con la de la casa de las macetas de Allada Vermell. ¡Y además es Navidad todos los días!

La plaza del mercado tiene dueño. No son los niños y niñas que corren y juegan en el parque. Son los otros “niños de la Barceloneta”, como se autoproclaman. En sus rostros se ven las décadas de experiencia, el brillo en los ojos y el orgullo de barrio.

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Y también están 'las niñas'. Resistentes, coquetas y guerreras. Una presume “¡tengo 96 años!” y otra nos pregunta, medio mosqueada, si la foto es para que venga aún más gente al barrio.

“No hay otro bar como este, ni en Barcelona ni en la Barceloneta”. Quien haya estado alguna vez en el Bar Leo sabrá que es cierto. Y tampoco hay otra mujer como Leo, de armas tomar, pero es que hay que tener mucho carácter para regentar un bar así y para lidiar con su clientela. Dejad que el arte de Bambino os acompañe mientras os tomáis una caña o un vermut, o dos, o tres...

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La Barceloneta no pierde este ambiente de pueblo, y un indicador es el número de sillas –y abuelos– que encontramos en las calles, capeando como pueden el calor del verano. Y, ya de paso, viendo a los turistas pasar y arreglando el mundo. Alguien tiene que hacerlo.

Podría ser un complejo de apartamentos de Castelldefels, por ejemplo, pero no, es la plaza de Pompeu Gener, uno de los espacios más tranquilos del barrio. Calma, niños que juegan, pocos comercios, vecinos que entran y salen de sus pisos –que también recuerdan a las corralas– y el arco de la antigua Maquinista Terrestre y Marítima vigilante.

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Este detalle de la plaza de Pompeu Gener, reformada en 2011, demuestra que esta plaza podía llenarse de vida y no ser solo un lugar de paso.

Desde el paseo de Salvat Papasseit vemos el otro lado de estos edificios. Sorprenden, sobre todo, las plantas bajas, con unos ventanales que le han ganado terreno a la calle y que invitan a chafardear sus interiores.

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Que el calor no os confunda. Lo que veis en la calle de la Conreria, delante del Centre Cívic Barceloneta, no es una obra a medio acabar, es una escultura sin título del artista griego Jannis Kounellis. Una especie de balanza con sacos donde puede leerse Cafes do Brasil y donde las palomas ha encontrado un buen lugar para descansar.

Son los reyes de la playa. Los que más saben. No hay día que no os los encontréis en los porches que recorren la costa, resguardados, jugando a las cartas. Seguid el ruido de sus gritos y risas.

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Y mientras unos prefieren las cartas, otros son más de dómino. De picar con fuerza con las fichas encima de la mesa y de gritar ¡tenía el pito doble!

Mientras respiramos tranquilidad en una calle, en la otra reina el bullicio. Mientras tomamos una limonada en Surf House, no paran de entrar y salir tablas de paddle surf de la tienda contigua. ¡Y es que la Barcelona es mar!

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57 años lleva esta tienda vendiendo flotadores, pareos y todo tipo de objetos playeros en la calle del Almirall Aixada. Es como si se hubiera teletransportado desde Lloret de Mar a la Barceloneta.

Esta foto muestra la convivencia entre las dos Barcelonetas y que debería ser siempre armónica.

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