No son ni las 11 de la mañana de un jueves y La Cova Fumada ya está llena de gente que se atreve a empezar el día con un desayuno de cuchillo y tenedor. Por las mesas danzan sardinas a la brasa, pan tostado con alioli, garbanzos, butifarras y, lógicamente, la bomba, la tapa estrella. Y en ese momento aparece Palmira, apodada “la bomba de la Barceloneta”, y que aunque esté jubilada siempre será la jefa, saludando a los clientes y haciendo carantoñas en la cocina.
Parece que la Barceloneta tenga una doble vida. Encontramos las calles repletas de ropa tendida, edificios viejos, abuelos que pasan el calor en los portales de sus casas y bares que han visto la mejor y la peor cara del barrio. Pero también está la Barceloneta repleta de turistas, de crema solar y de pisos conflictivos. Recorremos el barrio marinero de la ciudad en busca de su esencia.