Igeldo
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Una excelente idea para quemar filetones y kokotxas es dar un paseo por este monte situado en el extremo de la Parte Vieja. Se puede acceder desde varias entradas pero una buena opción es hacerlo desde las escaleras próximas a la Basílica de Santa María, que ascienden implacables hacia la cumbre. El esfuerzo vale la pena ya que el camino está rodeado de un bosque frondoso que os hará olvidar que estáis en una ciudad. En la parte más alta se sitúa el Castillo de Mota, una fortificación del siglo XII muy bien conservada. El castillo alberga un pequeño e interesante museo sobre la historia de la ciudad, que además tiene premio: desde la azotea disfrutaréis de unas vistas espectaculares de Donostia y su bahía. De bajada, os esperan algunas sorpresas más, como el Cementerio de los Ingleses.
Este monumental parque, situado junto al edificio Tabakalera, cerca de la Estación del Norte, fue en su origen el jardín privado de la finca de los duques de Mandas. A la muerte de su esposa, el duque donó la finca a la ciudad con la condición de que se llamara Cristina Enea (en euskera, ‘Casa de Cristina’). Propiedad municipal desde 1926, este histórico parque es un gran bosque lleno de encanto que cuenta con árboles de gran tamaño y especies exóticas como el ginko y el cedro libanés, así como con verdes explanadas que acogen patos, cisnes y pavos reales. Desde hace pocos años, una pasarela comunica el parque con la otra orilla del río Urumea, lo que permite continuar el agradable paseo sin necesidad de desandar los propios pasos. Así, la visita puede alargarse hacia el estadio de fútbol de Anoeta y hacia los diferentes puntos de interés de la zona de Reyes Católicos.
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