Cinco paseos únicos

Descubre las panorámicas más impresionantes de la ciudad

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Os proponemos cinco paseos para descubrir las panorámicas más impresionantes de Barcelona.

INICIO Urquinaona
FINAL Rambla del Raval
TIEMPO Dos horas y media

Cruzamos Ciutat Vella por los pasajes menos conocidos y nos detenemos en los bares resistentes para acabar, ahora sí, en una atalaya de la Barcelona moderna: la terraza del Barceló Raval.

01 El pasaje de las Manufactures no sale en el mapa. Por eso parece que esté encapsulado en el tiempo. Se entra desde la calle Trafalgar, muy cerca del cruce con Ortigosa, y baja hacia Sant Pere Més Alt salvando un insólito desnivel. Apenas quedan tiendas abiertas de cuando todo esto eran talleres relacionados con el textil. El histórico bar Marulo ha sido rescatado por manos jóvenes que también han hecho revivir algunos rincones del pasaje convirtiéndolos en bonitos reservados donde, bajo carteles tipo “zurcidora”, podréis tomar una cerveza.

02 Sant Pere Més Alt permanece como una calle de actividades y lugares insólitos. Podéis visitar otro pasaje, el de Sert, más mono y al aire libre, que ocupa una antigua fábrica propiedad de la familia Sert, la del pintor y arquitecto. En el número 25, el Centre Sant Pere Apòstol esconde, entre otras sorpresas, un bar en el primer piso muy tranquilo agradable.

03 Seguid por la calle de la Mare de Déu del Pilar, donde en el número 24 se puede intuir los esgrafiados que Josep Maria Jujol le dedicó al santo más barcelonés, Sant Josep Oriol, nacido en esta misma calle, como recuerda una pequeña capilla. Girad por la calle de las Beates, donde podéis visitar la Casa dels Entremesos, residencia oficial de los gigantes y del bestiario festivo de la ciudad, que comparte sede en el restaurado Palau Mercader con el Centre Artístic de Sant Lluc. Continuad por la calle Mercaders, donde resisten tiendas centenarias como la Casa Lama y el Manantial de Salud, un herbolario clásico.

04 En un acto de valor, cruzad Via Laietana hasta la plaza del Àngel. La calle de la Llibreteria, bastante afectada por el sarampión de las tiendas de souvenirs, puede presumir de tres focos de resistencia: la cerería Subirà, la Colmena y el veterano bar Brusi, por el que sentimos debilidad: es un local donde pervive esa especia en extinción en Barcelona que es el camarero profesional, amable y que te hablar en catalán. Una vez habéis recuperados las fuerzas, dejad atrás la plaza de Sant Jaume para buscar, en el Call, otro bar resistente que hay que proteger: el Anduriña de la calle de la Fruita. Este gallego se reconoce por la jaula con el loro que toma el aire en su mini terraza.

05 Abandonad, snif, el Call para pisar la irreconocible calle de Ferran justo para adentraros en el pasaje del Crèdit. Aquí vivió Joan Miró, que quizá admiraba este homenaje urbano a la arquitectura del hierro: fijaos en la garita de portero que ahora se exhibe en medio del pasaje mezclada con algunos elementos de una galería de arte que tiene allí su sede. Por Avinyó y Arai conseguimos el pasaje del Rellotge, que tiene forma de T, que con los años perdió elementos decorativos, como el que le daba nombre. Ir hacia la plaza Reial para salir a la Rambla a través del pasaje de Bacardí, el primero cubierto que se construyó en Barcelona.

06 Surcad la Rambla para deteneros en uno de sus rincones secretos más sorprendentes: los Billares Monforte, encima del Teatre Principal. Subid con discreción hasta la sala que ocupa la antigua Cúpula Venus: los jugadores de billar golpean las bolas bajo una cúpula majestuosa de donde cuelga una de las lámparas más grandes que hayáis visto nunca. Caminad por la tranquila calle de la Unió que lleva hasta la Rambla del Raval.

07 El Hotel Barceló Raval nos ofrece el lujo de poder gozar de una vista de Ciutat Vella desde una perspectiva elevada insólita. Su terraza-mirador, donde podéis tomar un cóctel todas las tardes -a partir de las 19 h-, ofrece una panorámica circular sobre toda Barcelona.

INICIO L3 Poble-sec
FINAL Funicular de Montjuïc
TIEMPO Una hora

Jardines, castillos, teatros, palacios y museos. Entre tantas infraestructuras, en Montjuïc también pervive el pequeño barrio de la Satalia, que conserva como casi ningún otro, un encanto rural.

01 Para llegar a la Satalia hay que cruzar todo el Poble-sec. La calle de Radas, por ejemplo, nos lleva hasta este barrio menudo, hundido entre el paseo de la Exposició y la montaña de Montjuïc. También se puede subir por Creu dels Molers, que muere dentro de barrio: el nombre de la calle resulta muy adecuada, ya que nos recuerda aquel pasado de Montjuïc ligado a las canteras que también caracteriza la Satalia.

02 La Satalia es una rosa mosqueta, una preciosa flor blanca que quizá crecía en este lado de la montaña. El nombre le va bien al barrio, porque, a parte de su humilde belleza, es de los pocos de Barcelona que mantiene un contacto directo con la naturaleza. Al contrario que en el resto del Poble-sec, aquí las casas son unifamiliares y disponen de jardín y/o huerto en el patio trasero. La calle de Julià es su eje principal, que nos permite ir a husmear en las otras callejuelas. La Satalia también era el nombre de una de esas fuentes tan populares donde hace más de un siglo se juntaban los barceloneses.

03 Pocas calles forman la Satalia, así que no cuesta recorrer el barrio, sobre todo si no da pereza subir y bajar escaleras. Desde los pasajes que se acaban en la montaña se contemplan espléndidas vistas. Las casas más bonitas se encuentran en los últimos tramos de las calles de Blasco de Garay y Margarit: villas singulares construidas a principios del siglo XX. Lo más insólito, sin duda, es el pasaje Antic de València, una callejuela entre muros de piedra que se sitúa sobre una antigua vía romana.

04 Una gran parte de la Satalia la ocupa el campo de fútbol, el único del Poble-sec, que rodea la calle de Margarit. No es extraño que el campo y, sobre todo, las gradas, parezcan excavados en la montaña: aquí estaba la antigua cantera que da nombre al barrio y de donde se extraía la materia prima para construir ruedas de molino. Ya situado a una cierta altura, el larguero de la portería del gol norte se alinea con la parte alta de las torres de Fecsa.

05 Desde donde se acaba la calle de Margarit y el campo de fútbol salen unas escaleras que suben por entre la vegetación de Montjuïc hasta el Mirador de la Satalia. Esta área de descanso para disfrutar de una panorámica sobre el Poble-sec se inauguró en el 2003 en la avenida de Miramar. Se encuentra delante de la estación del funicular y al lado de la histórica Escola del Bosc. No falta el clásico quiosco donde se puede comer algo después del paseo. Si todavía os queda energía, desde aquí podéis continuar descubriendo las vistas de este Montjuïc todavía desconocido.

INICIO FGC Av. Tibidabo
FINAL Funicular del Tibidabo
TIEMPO Tres horas

Todo el mundo ha subido alguna vez al Tibidabo, pero muy pocos lo han hecho a pie. Se trata de un paseo largo, pero sin fuertes pendientes, para conocer algunas maravillas ocultas de la montaña mágica. Si os da pereza subir, siempre podéis hacer la ruta de arriba a abajo.

01 Desde la plaza Kennedy hasta el parque de la Font del Racó se despliega, a lo largo de la avenida del Tibidabo, una de las mayores concentraciones de joyas arquitectónicas de Barcelona: la Rotonda, diversas obras de Enric Sagnier, como la casa Ignasi Coll donde está la escuela SIL, otras de Josep Puig i Cadafalch, como la Casa Muntadas, medio escondida al final de la avenida, o de Joan Rubió i Bellver, que firma, entre otros, el famoso Frare Blanc.

02 No sólo se hacían comidas campestres en Montjuïc. Los barceloneses también iban a distraerse a pies del Tibidabo, en lugares como la Font del Racó, convertido en parque desde principios del siglo XX. Cruzad hacia arriba este jardín de indómita intimidad para ir a parar a la plaza del Doctor Andreu.

03 Evitad la tentación del funicular atajando por la calle de Manuel Arnús donde se encuentra el caserón de cuento de hadas que lleva el nombre de este banquero. Construido, como tantos otros del Tibidabo, por Enric Sagnier, este edificio también conocido como El Pinar, se ubicó en un lugar estratégico para que hicieran de reclamos a la urbanización. Algunas noches, la casa iluminada todavía atrae las miradas hacia la montaña. Seguid, con cuidado, por la misma calle donde a pocos metros se ve la no menos pintoresca casa de los guardeses antes de llegar al Pla dels Maduixers, puerta de entrada a la carretera de las Aigües.

04 Dejad la carretera de les Aigües pasado el puente que cruza por encima de la vía del Funicular para coger la carretera de Vallvidrera a Barcelona, el tramo más largo de la ruta, que transcurre por una pista cómoda y tranquila en medio del bosque y bajo la sombra imponente de la torre de Collserola. Aunque parezca mentira, por este mismo recorrido, a principios del siglo XX, el Tramvia Blau llegaba hasta Vallvidrera.

05 Hay que desviarse si se quiere visitar los viveros de Can Borni o el Observatori Fabra, porque hasta el final del camino no se encuentran los primeros edificios, el parque de bomberos y el Ideal Pavillon, uno de los hoteles de lujo que funcionaron en la zona, ahora residencia particular.

06 Por el camino de Vallvidrera al Tibidabo se llega a la torre de Collserola, de Norman Foster, que corona el Turó de la Vilana, a 445 metros. Un ascensor lleva hasta el mirador elevado hasta 135 metros. La vista de 360º abraza desde el Baix Llobregat hasta al Vallès. En Barcelona, no se puede mirar desde más arriba.

INICIO L11 Trinitat Nova
FINAL L3 Roquetes
TIEMPO Dos horas largas

Cuando estamos en Barcelona por la avenida Meridiana una silueta fantasmagórica nos resta en la parte noreste de Collserola. El misterioso edificio es conocido como el Castillo de Torre Baró y se explican historias y leyendas. Os invitamos a subir hasta Nou Barris para descubrirlas.

01 No hace demasiado que el metro llega a la Trinitat Nova. Este es uno de los barrios de Barcelona que más ha sufrido el aislamiento desde que se construyó en los años 50 y ha arrastrado las consecuencias hasta los años 90. Cruzamos una de sus principales arterias, la calle de Aiguablava, para subir al Ateneu Popular 9 Barris por la calle de Portlligat.

02 Los antiguos almacenes de una planta asfáltica boicoteada por los vecinos acogen ahora el Ateneu Popular, un centro cívico autogestionado que agita la vida cultural y social de la zona. Delante está la Escuela de Circo, la única escuela profesional de este disciplina de nuestro país, que con su colorista actividad desafía la espeluznante presencia, justo al lado, de unas torres de electricidad.

03 El Ateneu y la Escuela de Circo se integran en la parte baja del Pla de Fornells, un parque que facilita la convivencia de la Trinitat Nova y Roquetes con los primeros contrafuertes de Collserola. Preparados para hacer piernas. El parque sube por la montaña mientras dejáis atrás el estanque de la entrada, la escuela Antaviana y el anfiteatro.

04 Por el paseo del Bosc de Roquetes se dan los primeros pasos por Collserola mientras se entra en otro barrio de gran tradición reivindicativa, Roquetes. Las escaleras mecánicas facilitan la llegada, a través de las calles con cuestas, hasta el Mirador de Llobera por el que, aunque no está acondicionado para el paso de peatones, no pasan muchos coches.

05 Entre los colores y el olor de la ginesta se aterriza en el mirador de Torre Baró, que nos proporciona unas vistas espléndidas de la parte noreste de Barcelona, pero también de los Tres Turons. A pocos metros, por la Carretera Alta de Roquetes, que muchos deportistas utilizan como una alternativa tranquila a la de las Aigües, se conquista el castillo de Torre Baró. No se trata ni del castillo ni de la torre de ningún barón, si no de un ensayo de hotel que no siguió adelante. No dejéis que la historia del caserón le reste encanto a este rincón: encontraréis pocos lugares tan insólitos para disfrutar de la ciudad a vuestros pies.

INICIO Y FINAL L4 Alfons X
TIEMPO Dos horas

Si miráis el mapa de Barcelona, veréis que justo en el medio se extiende una mancha de un verde profundo. Se trata del Parc del Guinardó, que, a pesar de ser uno de los parques más grandes de la ciudad, todavía resulta un desconocido para la mayoría de los barceloneses.

01 Una imponente puerta con rejas invita a abandonar el jaleo de la Ronda del Guinardó para adentrarnos en el Parc de les Aigües, una zona verde que aprovecha los antiguos jardines de la sede de la Compañía de Aguas. Si se cruza en diagonal, entre higueras, estanques y la escultura de un submarino enterrado, se llega hasta la plaza de la Font Castellana.

02 Caminad en dirección Besòs por la avenida de la Mare de Déu de Montserrat por uno de los tramos que ofrece mejores vistas sobre la ciudad. A la derecha, los ojos se van hacia la apetitosa piscina municipal descubierta que se ve en medio de la insólita isla verde del Torrent de Melis.

03 La escultura de un niño que juega con un círculo se ha convertido en uno de los símbolos más populares del Guinardó hasta el punto de obligar a cambiar el nombre de la plaza donde está situada, que hasta el 2001 se llamaba plaza de Francesc Puig y ahora es la plaza del Nen de la Rutlla. La estatua también da la bienvenida al primer estadio del Parc del Guinardó, uno de lo más extensos y variados de Barcelona.

04 Desde la plaza entramos en la parte histórica del parque. Jean-Claude Forestier y Nicolau Rubió combinaron harmoniosamente la vegetación natural con los sobrios elementos decorativos. Desde la popular Font del Cuento subimos siguiendo el camino del agua y de los cipreses hasta llegar al estanque que corona la zona histórica. Bajos unos eucaliptos centenarios, contemplamos un horizonte con las tres chimeneas del Besòs como protagonistas.

05 A partir de aquí empieza la zona más boscosa del parque. La vegetación nos recuerda la de las excursiones de infancia: coníferas, dientes de león, campanillas, amapolas, chumberas, cardos... donde se posan las mariposas. Podéis tomar muchos caminos, uno lleva hacia la Font d’en Fargues, otro, hacia el Turó de la Rovira, pero si queréis hacerlo corto, salid por la calle de Francesc Alegre. Se pase por donde se pase, acompaña una vista incomparable.

06 La bajada por la calle de Francesc Alegre permite conocer la esquizofrenia urbanísstica del barrio de Can Baró. A la izquierda, antiguas casas unifamiliares con jardín, a la derecha, los bloques de pisos inmensos que proliferaron a partir de la década de los 50. Volved a la Ronda del Guinardó para visitar la Casa de les Altures, un curioso edificio de estilo árabe que fue la residencia del presidente de la Compañía de Aguas y que ahora funciona como sede del distrito y acoge el archivo municipal de Horta-Guinardó. Desde aquí hasta la estación de metro de Alfons X, sólo hay dos pasos.

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