Hacen correr ríos de tinta o son coartada de secretos inconfesables. Os proponemos una ruta por los rincones de la Barcelona más candente, centros de encendidas polémicas. También figuran otros enclaves estratégicos que nunca son portada pero que hacen subir la temperatura de la ciudad por otras razonas más prosaicas. ¡Hoy paseamos por la Barcelona caliente!
En el mundo de los negocios, cuando una transacción es beneficiosa para las dos partes se dice que es un 'win win'. En Can Vies todo indica que es al contrario. Todo el mundo saldrá perdiendo: los activistas, sus defensores, la CUP, la Generalitat, los Mossos, el barrio. Qué pena de 'lose lose'.
Es un punto caliente porque ha sido el punto de encuentro histórico de la burguesía catalana y ha sido sede de los altos y bajos, aunque ahora todo sea menos glamuroso y estén en la Llotja del Barça. También es caliente porque es un teatro que tiene la manía de quemarse. Lo hizo en 1861 y en 1994. Ahora, además, la reforma de la fachada de Frederic Amat dará de qué habar.
Es una de las cosas de esta ciudad que, si no se calientan más a menudo, es casi por milagro. Esta gran sala de la vía Laietana está cerrada y, por lo tanto, desaprovechada desde hace quince años, y aunque se ocupó puntualmente, la cosa siempre acaba con un caldeamiento de ambiente considerable.
Al Pou de la Figuera se le ha quedado este nombre que recuerda la lucha vecinal que se llevó a cabo hace diez años para recuperar un espacio que ahora sí que se aprovecha. Es un ejemplo que organizarse para reclamar que se cumplan las mejoras de los barrios, a veces, funciona.
Los carteles de los vecinos que irónicamente venden sus pisos a precio de saldo, indican que sigue siendo un punto caliente de la ciudad por culpa de una prostitución basada en la explotación y las mafias. Aunque lo llamen Raval, en algunos puntos, sigue siendo el Chino de toda la vida.
Parece que será otro punto caliente de la nueva política municipal que no acaba de ver claro esto que sea un centro tan enfocado al 1714 y quiere replantear su papel. Se diría que es un espacio maldito porque fueron necesarios más de diez años para decidir qué se hacía allí y la cosa todavía dura.
Decimos que hay una, pero hay muchas más plazas para el botellón. El cambio climático está ayudando a que la cervecita al aire libre no solo sea propia de las noches de verano sino que ya no tenga temporada alta. Bien abrigaditos y con el calorcito del alcohol, cualquier noche puede salir el sol.
Una vez derribada la mítica Casita Blanca, los usuarios de los hotelitos por horas tienen como destino la calle de la França Xica, donde hay una suite de fantasía con jacuzzi y con un ambiente espacial que puede cortar el rollo o calentar los motores. Al fin y al cabo, dependerá de la persona con la que vayáis.
Las habitaciones o los pisos para turistas no regulados ya hace tiempo que están caldeando los ánimos de los hoteleros, que con el triunfo de Colau todavía están más alterados. Somos una ciudad turística y parece que esta sea la única forma que tenemos de ganar dinero, ¿pero tenemos que implicarnos todos?
Si entráis en su web, veréis que no se trata de una excusa para excitar a turistas subidos de tono, sino que la cosa va en serio: el fondo artístico cuenta con 800 piezas de “gran valor historiográfico que comprenden un amplio abanico de culturas en su expresión más erótica”. Poca broma.
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