El cambio climático ha traído el calor a las calles de Barcelona. Estos son diez cambios que ha sufrido la ciudad y que, como la playa o las heladerías, puedes disfrutar tu también.
En las zonas más turísticas se mantienen abiertas para los extranjeros que comen todo el año, pero en los barrios tienen la cara dura de cerrar con la excusa de que no estamos en temporada alta. ¿Ah no? ¡Si al mediodía todavía hay quien van sin chaqueta! Un heladito todavía apetece.
Es la actividad más anacrónica que hay en la ciudad, pero, claro, la tradición es la tradición y el otoño no tendría tanta gracia sin ellas. Ahora bien: se deberían replantear la oferta y hacer sorbetes de boniato y helados de castaña porque la cosa del cambio climático parece que va para largo.
Antes los abuelos de la Barceloneta que se bañaban todo el año tenían mucho mérito. Uno admiraba el valor y el moreno perpetuo, pero con las temperaturas de ahora, francamente, no hay para tanto. Se trata de superar el primer susto y no hay peligro de terminar azules del frío.
Los pobres pajaritos están bien despistados. No saben si tienen que abandonar el nido y marchar hacia el sur hasta el año que viene o bien quedarse en casa y aprovechar este otoño eterno que nos ha tocado. El caso es que se tienen que poner de acuerdo porque si no quienes acabarán locos serán los ornitólogos.
Es de los pocos lugares de la ciudad donde este invierno se puede pasar un poco de frío, por lo menos, el suelo está helado y esto puede consolar a los nostálgicos de aquellos tiempos en los que el clima no había cambiado y en la ciudad había escarcha por las mañanas para patinar de manera natural.
Tenemos unos autobuses cada vez menos contaminantes, el uso de la bicicleta se ha multiplicado, Barcelona es una ciudad que, comparada con otras, está muy bien para caminar, pero todavía hay muchas cosas que hacer: por ejemplo, ¿dónde demonios enchufamos los coches eléctricos?
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