Cadaqués
Foto: Shutterstock
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21 paseos románticos por la Costa Brava

La Costa Brava está llena de rincones ideales para tener una cita de película

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Tenéis un montón de escapadas bonitas para hacer por Cataluña, incluso si no disponéis de vacaciones, con una escapada de un día podéis disfrutar de rincones increíbles. Pero si sois unos románticos empedernidos y buscáis el lugar ideal para triunfar en vuestras citas, os planteamos una veintena de lugares de la Costa Brava donde poder pasear en buena compañía y crear un recuerdo para la posteridad.


NO TE LO PIERDAS: Si tenéis poco tiempo, optad por las escapadas a 30 minutos de Barcelona.

1. Mar d'en Manassa

Que L'Escala es una villa marinera llena de encanto es tan obvio como decir que el sol sale cada día o que el mar es salado. Sin embargo, de entre los mil y un rincones que esconde su litoral, es imposible no enamorarse del Mar d'en Manassa, que en verano acoge los conciertos del festival Portalblau recogiendo las que son seguro las mejores vistas de toda la población. Si el día es claro, desde allí podréis ver Empúries y Roses esperando preciosas al otro lado del mar y convertidas en mil lucecitas cuando se oscurece. Paseando por el Mar d'en Manassa en buena compañía y buscando un momento para enmarcar, id al amanecer o cuando se pone el sol y los colores que tiñen el paisaje os convertirán en protagonistas de una escena de película.

2. Les basses d'en Coll

Dos balsas de postal en medio de los arrozales de Pals. Así son las Basses d'en Coll, un espacio de humedales junto al mar integrado en el Parque Natural del Montgrí, las Illes Medes y el Baix Ter que se puede visitar en familia tanto andando como en bicicleta. Durante el recorrido se pueden observar varias especies de aves y de hecho, encontraréis observatorios desde donde espiar los pájaros y hacer las mejores fotografías. Si queréis disfrutar de la magia del entorno en todo su esplendor, id cuando empieza a caer el sol. La luz del final de la tarde os regalará una imagen de película.

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3. Cap de la Barra

No hay estampa más 'brava' que la del Cap de la Barra del Estartit. Justo al lado del puerto, en un paseo que os robará la atención hacia las hipnóticas Islas Medas, os sorprenderá de golpe un paisaje abrupto 100% Costa Brava en el que el mar salvaje choca con fuerza contra las rocas. Se trata de un espacio vivo, donde los colores del agua son rabiosos y el poder del mar os hará sentiros pequeños pequeños pequeños. Como esta joya se encuentra al final del paseo del Molinet y queda escondido de la vista de los que pasean por los restaurantes y comercios del puerto, tendréis la sensación mágica de estar solos en medio de la naturaleza.

4. Jardines botánicos de Cap Roig

En Calella de Palafrugell se esconden unos de los jardines botánicos más destacados de todo el Mediterráneo, los Jardines de Cap Roig. En este espacio colgado sobre el mar y coronado por un castillo, se reúnen más de mil especies botánicas procedentes de diferentes rincones del mundo además de varias esculturas de artistas de renombre internacional que son un deleite para los sentidos y para la cámara de fotos. Los artífices de esta obra de arte natural fueron el coronel ruso Nicolai Woevodsky y la decoradora británica Dorothy Webster, un matrimonio novelesco que construyeron su sueño en la Costa Brava en 1927 y que a finales de la década los 60 cedieron para garantizar la conservación del espacio. Los jardines son el escenario del popular Festival de Cap Roig, uno de los certámenes de más renombre de la Costa Brava y que reúne talentos musicales de todo el mundo.

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5. Castillo de Tossa de Mar

Tossa de Mar acoge uno de los castillos de Girona más emblemáticos. La construcción se remonta a 1887 con la jurisdicción de Alfonso El Casto que cualquier persona que pescara cerca del Castillo debería pagar tributo al monasterio de Ripoll. Actualmente, es el único ejemplo de población medieval fortificada que todavía existe en el litoral catalán. Construido a inicios del s. XIII con muros almenados, conserva casi la totalidad del área perimetral original. La cerradura de muro distribuye cuatro torreones y tres torres cilíndricas rematadas por matacanes. Las torres más conocidas son la torre de Joanàs, que preside la bahía; la torre de las Horas, situada a la entrada del patio de armas, que debe su nombre a que era el único lugar donde hubo un reloj público, y la torre de Es Codolar, también conocida como torre del Homenaje, que preside la playa de Es Codolar. La importancia que representó el Castillo de Tossa de Mar fue su papel como Torre de defensa frente a los piratas nórdicos, dada su privilegiada vista.

6. Faro de San Sebastián y Torre de Guaita

El Faro de San Sebastián es el lugar donde se dice que van a amarse todos los enamorados de Palafrugell y alrededores y no es para menos. En medio del conjunto monumental de Sant Sebastià de la Guarda y declarado bien cultural de interés nacional, este faro del siglo XIX es una de las insignias del municipio. A sus pies, hay un mirador que es parada obligatoria desde donde veréis todo el litoral de la Costa Brava Centro y las siluetas montañosas que la rodean. Y si el faro os ha dejado cautivados, no os perdáis la torre de vigilancia, una construcción del siglo XV heredera de la época en que la Costa Brava se veía asaltada por los piratas. Desde la cima de la torre, encontraréis una inigualable vista panorámica del Empordà, un paisaje que es un regalo para cualquier Instagram. Cuando bajéis de la torre haced una pausa en los pisos intermedios, que funcionan como galería de arte y a menudo acogen exposiciones.

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7. Poblado ibérico de Castell

Al final de la icónica playa de Castell de Palamós reposan los restos de uno de los asentamientos íberos más importantes de nuestro país. Se trata del poblado ibérico de Castell, un espacio declarado bien cultural de interés nacional que contiene piezas arquitectónicas de un valor patrimonial incalculable comprendidas entre el siglo VI aC y la época romana. Es un espacio interesantísimo de visitar, pero también de vivir, y es que los íberos ya sabían lo que se hacían cuando se apoderaron de este mágico lugar natural rodeado de un mar azul y vivo y unas playas dignas de cualquier postal. Visitad el poblado y dejaos abrazar por la historia disfrutando del presente más cautivador.

8. Ermita del Collet

La ermita del Collet, situada en lo alto de la colina que lleva el mismo nombre, es posiblemente uno de los rincones más excepcionales de Sant Antoni de Calonge. Y a pesar de su altura, paradójicamente es también uno de los más escondidos y poca gente que no sepa que existe intenta subir. En medio de un paisaje boscoso se encuentra esta pintoresca ermita con aires de cuento y el encanto de los lugares pequeños que hace que poner los pies vaya mucho más allá de un asunto meramente religioso. Si camináis cuatro pasos por la cima de la colina, que fue una antigua villa romana, descubriréis como de golpe –¡tachán!– se hace la magia y el mar, con la playa de Sant Antoni y el puerto de Palamós al fondo, aparece entre los árboles recordándonos que nos encontramos en medio de la Costa Brava.

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9. Castillo de Begur

Nada más llegar a Begur os fijaréis inevitablemente en el castillo que corona la villa, guardián del pueblo por los siglos de los siglos. Subid la colina de roca que lo acoge y os encontraréis en el tejado de Begur, un balcón fantástico sobre la población con una vista panorámica ideal para tomar fotografías. El castillo, del siglo XVI, está medio en ruinas, pero aguanta a la vez poderoso e imponente. Es una pieza de historia excepcional que queda al alcance de todo el mundo que lo visite sin barreras. Por la noche, cuando se ilumina la colina, es como una estrella guía que señala el camino de los visitantes. Subir es un paseo ideal para una cita romántica, ya que a pesar de que es uno de los puntos más elevados de Begur, gran parte del trayecto se puede hacer en coche, con lo cual no tendréis que calzar unas botas de montaña que rompan el ambiente.

10. Jardines de Santa Clotilde

Situados en Lloret de Mar (la Selva), están formados por la casa y los jardines de veraneo que Rubió i Tudurí diseñó en 1919 para una distinguida familia de la burguesía catalana, los Roviralta. De inspiración clásica, los ejes y paseos que cruzan los jardines acaban siempre en el mar. Están adornados con algunas piezas de escultura de tradición romana y presididos por una bonita villa que nos transporta a un mundo de pistas de tenis y veraneos de tres meses.

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11. El Salvament

El cerro del Salvament es uno de los mejores miradores para observar la playa y el puerto de Sant Feliu de Guíxols. Con una suave subida por las escaleras que unen este emblemático lugar con el paseo del mar de la ciudad, os plantaréis ante una vista casi panorámica de la parte marítima de la población. Una vez arriba, las paredes de piedra, las escaleras y el propio edificio de Salvamento Marítimo crean un curioso espacio con diferentes niveles lleno de rincones que muchas generaciones de Sant Feliu han visitado para buscar intimidad y un momento para el recuerdo con una persona especial con la compañía de un paisaje privilegiado. En verano, instalan un humilde chiringuito con varios sofás sencillos que enfocados hacia mar, te sitúan en uno de los mejores balcones de la Costa Brava con la compañía siempre bienvenida de un cóctel o una buena copa de vino.

12. Cala Estreta

Los vecinos del Alt Empordà tienen el Cap de Creus y los del Baix Empordà, la Cala Estreta. Es inmensamente más modesta, pero resulta muy adecuada para el Empordanet, donde Josep Pla habría considerado de muy mal gusto cualquier tipo de exceso y opulencia. La buena noticia es, al mismo tiempo, mala: durante el verano, el tráfico rodado está prohibido y para llegar hay que caminar unos 45 minutos desde la playa de Castell por el camino de ronda o bien –atención– solo 20 si remontáis el camino de servicio que pasa por debajo de las torres eléctricas desde el aparcamiento de Castell. El esfuerzo, sin embargo, es directamente proporcional a la espectacularidad de este conjunto de calas nudistas, luminosas, abiertas a Levante y muy aptas para mañanas soleadas de invierno, que incluso en pleno verano permanecen relativamente tranquilas a causa del paseo que hay para llegar. Solo os podemos decir algo más: tenéis que ir al menos una vez en la vida.

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13. Castell d'Aro

El núcleo más antiguo de la Vall d'Aro se pone sus mejores galas durante la Navidad para acoger uno de los pesebres vivientes de más tradición. Pero durante el resto del año, este pueblecito claramente medieval, lejos de la espectacularidad (y la sobreexplotación turística) de lugares más típicos como Pals, es un paseo delicioso por un conjunto fortificado típico catalán transformado en villa de segundas residencias, pero con bastante sensibilidad. El castillo de los Benedormiens está documentado desde el siglo XI y a menudo se alojan exposiciones artísticas de interés. Pero es al darle la espalda al castillo y a la iglesia y al subir por la calle del Hospital cuando el pueblo nos ofrecerá lo mejor de sí mismo. Entre muros de dintel milenarios y prados, el llano de la Coma nos recuerda cómo sería el Empordà cuando campaban los primeros hijos de sirena y labrador. El silencio es total y la puesta de sol, bellísima.

14. Cala Futadera

Se la conoce popularmente como 'la cala de los 300 escalones' y, a pesar de ser un auténtico paraíso, a menudo permanece escondida entre otras calas más populares, como Vallpresona y la del Señor Ramon. De hecho, es una pequeña joya que contiene la esencia de la Costa Brava: está rodeada de rocas y pinos y el agua es absolutamente cristalina. Aunque el acceso no es excesivamente difícil –pero complicado si tienes vértigo–, es más fácil encontrar embarcaciones que gente tomando el sol o haciendo inmersión. Hacednos caso y visitadla. No os arrepentiréis.

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15. Cadaqués

Cadaqués es uno des los buques insignia de la Costa Brava. No es aceptable visitar el Empordà y no poner los pies en este icónico pueblo marinero vestido de blanco que protagoniza un montón de postales. Su encanto radica en que se trata de un lugar turístico pero a la vez genuinamente auténtico, que os ofrecerá una gran experiencia mediterránea con sus magníficos restaurantes, su ambiente de fiesta o sus caminos y miradores que harán las delicias de vuestro álbum de las vacaciones de verano –o de cualquier época del año. Aviso para navegantes despistados: la carretera para llegar está llena de curvas, así que llevad Biodramina para el mareo y mucha paciencia para aguantar las largas colas que se producen en temporada alta.

16. Monasterio de Sant Pere de Rodes

El monasterio de Sant Pere de Rodes, situado en Port de la Selva, fue un monasterio benedictino del antiguo condado de Empúries. Se trata de un conjunto monástico de grandes dimensiones, formado por la iglesia, –de estilo románico e influido por la arquitectura tardoromana–, el claustro y las diversas dependencias monásticas dispuestas a su alrededor. La primera documentación de la existencia del monasterio data del año 878, donde es mencionado como una simple celda monástica consagrada a San Pedro. No es hasta el año 945 cuando pasa a ser considerado un monasterio benedictino independiente, regido por un abad. El verdadero origen, sin embargo, aún se desconoce.

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17. Castillo de Sant Esteve

Tendréis envidia de este castillo, que es el que tiene la mejor vista de pájaro de la preciosa playa de Sant Esteve de la Fosca de Palamós. Se trata de un elemento icónico, ya que cuando Pedro el Grande adquirió este castillo en el siglo XIII, este marcó el origen de la ciudad de Palamós. Y no nos extraña que el rey quedara rendido a sus pies, ya que el paisaje del Mar Mediterráneo y la costa de Palamós es excepcional. Actualmente, el castillo conserva su carcasa, que nos da una imagen fidedigna de lo que fue antaño. Podéis llegar hasta él caminando atravesando toda la playa y subiendo el cerro que lo acoge o en coche y caminar unos metros por el camino de ronda que viene desde la cala S'Alguer.

18. Pueblo de Peratallada

No se nos ocurre nada más bonito para compartir que un paseo por la ciudad medieval de Peratallada, uno de los núcleos de Forallac. Parece un escenario sacado de una película, pero juramos y perjuramos que es auténtico. Tallado en piedra, este pueblecito amurallado y con aires medievales del Empordà ha sabido hacer de su singularidad su fortaleza para convertirse en una parada obligatoria para los visitantes sin perder su singularidad. Pasead por sus estrechas callejuelas de adoquines para haceros fotos sin parar, chafardead en sus tiendas singulares con esencia ampurdanesa o visitad alguno de sus restaurantes para certificar que estáis en una de las mejores zonas gastronómicas del mundo.

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19. Ermita de Sant Elm

Desde la Ermita de Sant Elm de Sant Feliu de Guíxols Ferran Agulló bautizó la Costa Brava. La vista excepcional del Mar Mediterráneo con su litoral rocoso, abrupto y lleno de energía se absorbe con fuerza desde arriba de este magnífico rincón que es un mirador excepcional de Sant Feliu de Guíxols. Como buen exponente del Empordà, siempre sopla un viento purificador que te despierta y te aclarará las ideas convirtiéndolo en un magnífico lugar para ir a pensar y relajarse. Es visita obligada para todo aquel que pasa por la ciudad y un lugar clásico para ir a hacer millones de fotos para enmarcar.

20. Mirador de S'Agaró

En el camino de ronda más lujoso y cómodo de toda la Costa Brava, encontramos un original templete mirador que recuerda al del Jardín Botánico de Marimurtra, en Blanes. Está formado por seis columnas y se encuentra junto a una pequeña plaza, la Plaza del Mirador, junto al mar, concretamente en la Punta de Pau. Es un rincón muy romántico para la generación 'selfie' y una parada obligatoria para los visitantes que hacen el camino de ronda completo entre la Playa de Sant Pol y la de Sa Conca.

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21. Playa de Torre Valentina

La costa de Sant Antoni de Calonge es larguísima y va desde Palamós hasta Torre Valentina. Precisamente este último tramo de playa, que enlaza con el camino de ronda que va hacia Platja d'Aro, es un rincón maravilloso con entidad propia y un mar de colores llamativos que os dejará boquiabiertos. Si os bañáis en Torre Valentina, podréis disfrutar de unas vistas espectaculares de la playa y el puerto de Palamós y al mismo tiempo sentirse abrazados y protegidos por las rocas como si de una playa íntima se tratara. Es un lugar de fácil acceso, ya que tiene aparcamientos justo al lado de la arena. Y si la barriga te ruge de hambre, puedes ir al chiringuito que está literalmente situado encima de la arena o apostar por cualquiera de los bares y restaurantes que hay justo al otro lado de la carretera.

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