La programación del Palau de la Música durante toda una temporada es variadísima, y precisamente por eso incluye mucho más que los platos fuertes habituales de un espacio consagrado a la gran música, las voces más poderosas del momento en el repertorio lírico y los programas sinfónicos. Si todo lo que programaran los auditorios y las salas de conciertos fuera sólo el repertorio de finales del siglo XIX hacia atrás, esta situación no sólo sería injusta, parcial e incompleta, sino que además dejaría de lado absolutas obras capitales de la música más reciente. El siglo XX suele tener fama de período musical difícil, abrupto, a veces incomprensible para el gran público, y aunque esta apreciación es incierta –no todas las vanguardias son hostiles, y no toda la música del siglo XX es vanguardia–, lo más fácil para desmontar el argumento es adentrarnos en el minimalismo americano, seguramente la forma musical heredera del lenguaje occidental que identificamos como clásico y que más aceptación popular ha tenido entre el público.
El Palau de la Música está haciendo precisamente eso: sin olvidar a Beethoven, Mahler o Brahms, en esta temporada que pronto terminará, y en la 2018/2019 que comenzará en otoño, hay mucha música minimalista. Este año, el compositor invitado ha sido John Adams –muchas de sus obras se tocarán en el Palau el fin de semana del 26 y el 27 de mayo, en dos programas dirigidos por Adams en persona–, y la próxima temporada el compositor central también es un genio vivo, y también estadounidense, Philip Glass. El minimalismo merece un espacio cada vez mayor en los auditorios y los programas de clásica. Y el Palau de la Música está demostrando, con hechos, que participa de este estado de opinión. Si aún no estás convencido, ¡aquí tienes 8 argumentos de peso que te harán correr a comprar las entradas!