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Más allá de sus impresionantes batallas y maquinaciones galácticas, todo con una banda sonora de Hans Zimmer en la que el compositor alemán parece haber puesto todos los potenciómetros al máximo de volumen, lo más impresionante de esta secuela de gran éxito de taquilla tiene lugar bajo la superficie. Y no son las colosales lombrices de tierra.
No, son los sutiles cambios de carácter los que hacen que 'Dune: Parte dos' tan cerebral como cacofónica. Todo es movedizo en las novelas de ciencia ficción de Frank Herbert: los héroes de hoy son el montón de cadáveres de mañana. Denis Villeneuve, un escritor y director que ha querido clavar los dientes en lo difícil desde sus primeros trabajos como 'Polytechnique' (2009) e 'Incendies' (2010), lo consigue. Y su guion, de nuevo escrito conjuntamente con Jon Spaihts ('Prometeo'), nos ofrece un viaje de héroe con auténtica maldad dentro.
Como secuela, funciona por los mismos motivos que hacen que 'El Imperio contraataca' sea la película preferida de 'Star Wars' para tanta gente: hay una oscuridad, una desolación, que hace que los momentos potentes se disfruten más. También da la sensación de que los buenos no ganan. Si es que son buenos.
Se abre con la cruda visión de cadáveres hacinados. El vencido clan Atreides humea en el paisaje inhóspito de Arrakis, mientras los traidores Harkonnen, encabezados por la 'bestia' de Dave Bautista, emprenden el control de las reservas de especias. Solo el Paul Atreides de Timothée Chalamet y su mística madre Bene Gesserit, Jessica (Rebecca Ferguson, una destacada), han escapado de la carnicería y han comenzado el peligroso negocio de asimilarse con el pueblo Freman del desierto. Hay: guerra de guerrillas, peleas de lombrices de arena y algo preocupante que se conoce como "veneno sagrado".
Las películas de Villeneuve pueden ser serias, pero Javier Bardem perfora la solemnidad como el líder de Freman Stilgar, cada vez más la respuesta de 'Dune' al Anthony Quinn de 'Lawrence of Arabia' (clave para la visión del canadiense, que comparte las localizaciones de Wadi Rum).
Denis Villeneuve nos ofrece el viaje de un héroe con verdadera maldad
El idilio creciente entre Paul y Chani, la guerrera Freman de Zendaya, es un respiro algo Nicholas Sparks a media película: "era un chico del otro mundo, ella era una chica del lado equivocado de la duna", etcétera. Pero estas escenas dan sus frutos en un acto final que da la vuelta a las expectativas y da la oportunidad a Zendaya de soltarse.
Los enemigos de Harkonnen a los que se enfrentan en emocionantes emboscadas de recolectores de especias son una presencia aún más despiadada y visceral que en la primera película. El hinchado barón Harkokken de Stellan Skarsgård supervisa el intento de exterminio de los Freman con gran crueldad. Hablan en el idioma de la limpieza étnica (denominan "ratas" a los Freman) y sueltan a un nuevo supermalo, el sobrino psicótico del barón, Feyd-Rautha.
Interpretado por la estrella de 'Elvis' Austin Butler, con el paladar ennegrecido de una mamba y dientes afilados, es una creación sobrenatural y sedienta de sangre: un villano de ciencia ficción memorable. Con el director de fotografía Greig Fraser, Villeneuve plasma su iniciación violenta en monocromo desaturado, una estética cruda en blanco y negro en una película llena de zonas grises.
De forma crucial, para todos sus paralelismos, Paul y Feyd-Rautha no son solo dos caras de la misma moneda. La investigación por parte de Paul del alma del Freman lleva 'Dune: Parte dos' a algunas áreas que pueden resonar incómodamente en el 2024, incluso con todo el misticismo evangélico trippy. Los complejos mesiánicos, el populismo, la yihad violenta y la limpieza étnica no son los elementos básicos de la superproducción media de Hollywood. Esto significa que Villeneuve no las hace.
'Dune: parte 2' se estrena el 1 de marzo.