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Hemos podido entrar en el Mercado de Sant Antoni a escasos meses de su apertura definitiva. El día exacto todavía está por concretar -Ayuntamiento y tenderos pactarán la fecha conjuntamente–, pero se calcula que será en mayo. Está previsto que los comerciantes empiecen a llenarlo esta semana.
Ha sido una obra faraónica, llena de conflictos, y también muy esperada. Aunque puede ser una patata caliente que explote en la cara de los vecinos, ya que todo lleva a pensar que será un argumento (o excusa) más para subir los precios de los alquileres. ¡Esperemos que no sea así!
Nos ponemos el chaleco reflectante y el casco, y acompañamos a Pere Joan Ravetllat y Carme Ribas, los arquitectos responsables del proyecto, al regidor de Turismo, Comercio y Mercados, Agustí Colom, y a Pere Sirvent, el responsable de proyectos del Instituto Municipal de Mercados de Barcelona, en esta visita que empieza en la planta -3 en el "corazón funcional del mercado", según Ravetllat. Es decir, una inmensa zona de carga y descarga y donde también están los almacenes de los comerciantes.
Se han distribuido 400 plazas de aparcamiento para los clientes entre las plantas -2 i - 4, y en la planta -1, a pie de calle, encontraréis un gran espacio al aire libre pensado para acoger actividades abiertas a todo el mundo y donde también habrá un Lidl y otro gran establecimiento no alimentario (el concurso está abierto hasta el día 7 de febrero) además de un espacio vecinal de 500 metros cuadrados y los restos de la muralla medieval y contramuralla, que se encontraron en bastante buen estado.
Para el equipo de arquitectos, las mayores dificultades que ha presentado esta rehabilitación ha sido el mantenimiento de los restos arqueológicos que se han encontrado, muchos por sorpresa, como la Vía Augusta romana. Será en esta planta donde, en un futuro, se instalará una parte museística para visitar los resto de la Vía Augusta y otros elementos que se encontraron, casi todos funerarios, y que coordinará el Museu d'Història de Barcelona.
Pero la joya de todo este conjunto es el edificio histórico de Rovira i Trias, representación de la arquitectura de hierro. El cimborrio octogonal es la corona que vertebra los pasillos en forma de cruz donde se ubicarán los 52 puestos de producto fresco –antes de la reforma había 180, pero mucho más pequeños, dicen los arquitectos– y donde cada comerciante se encargará de las obras de su espacio. En los pasillos más cercanos a la fachada del mercado, y siguiendo un circuito circular, es donde estará el mercado de los Encantes. Cada parte del mercado se podrá cerrar para que se pueda visitar de forma independiente, ya tendrán horarios diferentes.
El mercado dominical dejará la carpa de la calle Urgell para rodear el mercado. Los vendedores ganarán espacio bajo una marquesina que tendrá trozos retráctiles y que se podrá aprovechar los días de no mercado por los vecinos como lugar de descanso y de sombra.
En total habrá 235 establecimientos –52 de producto fresco, 105 no alimentarios y 78 del mercado dominical– en este espacio emblemático que recupera la ciudad. Las obras de rehabilitación, modernización y mejora han costado 60 millones de euros, más los costes de pacificación del entorno.
¡Ahora toca llenarlo de barrio!