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“No necesito que nadie me salve”, dice la protagonista en un momento de 'Hasta el fin del mundo', la segunda película como director de Viggo Mortensen. Una historia de amor y perdón que toma las formas de los westerns de toda la vida para subvertir algunas de sus constantes. La más importante: la historia está contada desde la perspectiva de una mujer avanzada a su tiempo. Interpretada por la fenomenal Vicky Krieps ('El hilo invisible'), Vivienne es independiente, fuerte, poderosa, no necesita ni pide el permiso masculino para hacer lo que hace ni decir lo que dice, y sabe del poder que tiene no bajar la mirada ante cualquier salida de tono de cualquier tío. Su historia de amor con Holger (el propio Mortensen), un solitario danés que no encaja con la típica masculinidad de la época, cambiará la vida de ambos.
Aunque 'Hasta el fin del mundo' incluya sheriffs y salones con pianista, caballos y asesinatos a tiros en las polvorientas calles de un pueblecito atemorizado por un cacique que se sabe impune, hay alguna cosa en la película que consigue enganchar a un tipo de público que no es especialmente permeable al género. Viggo Mortensen ha elegido el western para volver a ponerse tras la cámara, después de una primera experiencia con la notable 'Falling' (2020), y el resultado es una obra de una sorprendente madurez creativa, respetuosa con los clásicos pero atrevida en algunos aspectos, visualmente bellísima y con unas excelentes interpretaciones. Estos días, el Aragorn de 'El señor de los anillos' ha visitado Barcelona, y Time Out ha charlado un rato con él.
Leí una crítica sobre tu película en un medio norteamericano. Decía que 'Hasta el fin del mundo' es un western para aquellos a los que no les gusta el western. Estoy un poco desubicado, porque me encanta el género y tu película me parece muy respetuosa con los clásicos.
Sí, me lo han dicho varias veces. He ido presentándola en varios países y siempre que hay coloquios con el público alguien me dice que no aprecian el género, pero que les gustó la película. La idea era la de seguir los códigos de los clásicos: en la fotografía, en los detalles, en el lenguaje... Lo que sí es distinto es que mostramos la diversidad de aquella sociedad, los dos protagonistas no son anglosajones. Y ponemos el foco en una mujer. Incluso cuando su pareja, mi personaje, se va a la guerra, la película se queda con ella. Eso ya es bastante diferente a los westerns clásicos.
El punto de vista femenino no es muy habitual. Se me ocurre 'Johnny Guitar'... , y alguna otra más reciente, en la que las mujeres toman un rol eminentemente masculino. Lo que propones es otra cosa.
Ese sería más bien un cine de explotación. A Vivienne no le puedes quitar su libre pensamiento, o su actitud, pero no sale a matar hombres con un rifle. Sería otro tipo de película. Por ejemplo, a mí también me gustan mucho las películas de Sergio Leone, pero son otra tipología de western, como si comparas la ópera con el teatro. Yo quería hacer un western clásico, con esas diferencias que ya te he contado, pero en todo lo demás hemos seguido los códigos. No lo sentí nunca como una limitación: era un esqueleto, una forma de trabajar, de mostrar los paisajes y a los personajes en los paisajes, sin llamar demasiado, o inútilmente, la atención en cuanto a cómo los capta la cámara. Quería que los detalles, las monturas, las lámparas, la ropa, la arquitectura, fueran históricamente correcta. La idea era rodar una película como las que me gustaba ver de niño. Incluso si eran malas, yo me imaginaba allí. Si sigues esa fórmula del western clásico, y lo haces bien, creo que un niño o un adulto puede sentirse dentro del film.
La historia se sitúa a mediados del siglo XIX, pero tiene una lectura muy contemporánea. O quizás es que no hemos evolucionado tanto como deberíamos 150 años después...
No la escribí desde una perspectiva ideológica ni nada por el estilo. Pero obviamente, si lo haces bien y tus personajes parecen seres humanos reales, puedes encontrar puntos en común con el momento en que vivimos. Eso pasa a menudo, vemos algo que ocurre en una época alejada de la nuestra, pero podemos sacar alguna lección que aplicar en nuestro tiempo. Cuando hice 'Green Book', estaba ambientada en 1962, hace más de medio siglo. Y era sencillo pensar en las situaciones que se mostraban y ver todo lo que nos falta mejorar términos de relaciones raciales, culturales, económicas o de clase. Es más fácil sacar lecciones para hoy de una película ambientada en el pasado. Y creo que viendo a la protagonista de 'Hasta el fin del mundo', una mujer fuerte, libre e independiente, en un pasado lejano en el que resultaba muy difícil ser como es ella, su lucha interior y exterior llama más la atención.
Tu personaje también tiene una masculinidad insólita en ese contexto. No es un John Wayne...
No, pero creo que esas diferencias tienen que ver con la relación que inicia, con su historia de amor. Una relación de tú a tú, de iguales, porque él, y eso sí es distinto a lo habitual, es capaz de evolucionar. Puede ser torpe, puede cometer errores, pero se adapta, y por lo menos se interesa en lo que opina y lo que siente su pareja. No dice aquello de que las mujeres deben quedarse en casa y no sé qué. Y ella hace lo mismo. Porque el perdón es muy importante en esta historia. El perdón al otro y a uno mismo, porque todos cometen errores, se equivocan. En esta historia, el perdón es mucho más importante que la venganza.
En esta historia, el perdón es mucho más importante que la venganza
Eres director y protagonista de la película, pero también guionista, productor y autor de la banda sonora. ¿Son síntomas de alguien maniático del control?
En realidad, compartí todas esas tareas, incluso la de escribir el guion, que quizá era la más solitaria, sobre todo al principio. Cuando ya tenía un borrador, una primera versión, compartí ese guion con otras personas para conocer qué opinaban, y lo fui reescribiendo, ajustando todo el rato. Firmar el guion también tiene un lado de trabajo colectivo. Obviamente, la música tampoco la hice solo, me inventé melodías, pero después las trabajé, las ajusté y las grabé con otros músicos. Y en cuanto a dirigir, para hacerlo bien, creo que hay que ser flexible, permanecer abierto a las ideas y sugerencias de otros. Lo que más me gusta del cine es el trabajo en equipo. Y aunque es verdad que yo estaba a cargo de muchas cosas, no las hice solo, o ahora estaría hundido, sin esa participación del equipo, sin sus opiniones, sin lo que aportan los actores en todo momento y hasta el final. Incluso en el montaje, el editor y yo no siempre estábamos totalmente de acuerdo, pero encontramos el buen camino. Y de eso se trata.
Además de cine, escribes poesía, tienes una editorial, pintas, expones tus fotografías... No sé hasta qué punto el arte es un refugio para ti ante lo que nos rodea. O si es fruto de la curiosidad por probarte en distintas disciplinas.
De lo que soy consciente desde siempre, es que la vida es muy corta. Pero se puede alargar, puede llegar a ser más interesante si pruebas muchas cosas. El instinto de querer recordar o grabar, ya sea en cine, pintura, poesía o música, es para no olvidar. Quiero intentar entender el momento en el que vivo, para saber lo que está pasando, lo que siento, en cada momento. Y después es una forma de querer comunicarme con otras personas. Como que me interese la cultura de un país o de una región o que me interese en el cine que hacen otros o leer libros. Los niños nunca lo hacen, no separan a los artistas de los no artistas.
Eso lo hacen los adultos...
Exacto es el adulto el que dice que no sabe dibujar. No hay ningún niño que diga que no sabe dibujar. A dudar se aprende, la autocensura se aprende. Pero yo creo que cualquier persona, su forma de caminar por la calle, lo que mira, lo que recuerda, todo eso es interesante. Y a veces me molesta que la gente sea torpe en la calle, que no están presentes: hay un equilibrio que hay que encontrar, si estás todo el rato mirando el teléfono, no estás. Es así. Pero, por otro lado, con ese mismo teléfono puedes sacar una foto y crear un recuerdo de lo que está pasando ahora mismo en este lugar, y hacerlo desde un punto de vista único, el tuyo. Y puedes compartirlo con otras personas. Se trata de comunicar. Digerir y comunicar, eso es el arte. Todos somos artistas potencialmente. Y creo que si los adultos fueran más como niños, que no dudan... ¿Por qué no? Me voy a tirar al agua y voy a hacerlo. Voy a probarlo. No tengo que pensar. Entonces, para mí todo eso tiene que ver con la curiosidad y con usar el tiempo limitado que tengo en esta vida.
La vida es muy corta. Pero se puede alargar, puede llegar a ser más interesante si pruebas muchas cosas
Ahora que dices que el tiempo es limitado y que la vida es corta... cumpliste 65 años el año pasado. Es que yo cumplí 50. Esas fechas redondas te invitan a hacer balance... ¿Lo haces?
Sí, de vez en cuando. O sea, no voy pensándolo. A veces me despierto y me veo en el espejo y digo, uy [ríe]. A veces me sorprendo, porque estoy haciendo cosas y no pienso en eso. O me canso, ya no puedo estar varios días durmiendo dos horas y seguir. O sea, puedo, pero me cuesta mucho. Y lo noto en mi cuerpo. Hay que aceptarlo, ¿no? Y elegir, ser más selectivo con las cosas que haces y cómo las haces, y buscar la tranquilidad. Ir paso a paso. Y, no sé, eso da otro ritmo de vida que hay que aceptar. Si luchas contra ello, vas a perder.
¿Pero mirando atrás qué es lo que ves? ¿Cuál es el camino hecho?
Yo pienso que he tenido mucha suerte. He tenido un beneficio que ha sido toda la inspiración que me han dado otros. Empezando con mis padres. Me ha tocado vivir en muchos lugares, aprender muchas cosas, tener conversaciones interesantes. Y, por ejemplo, es muy difícil hacer una película, como quieres hacerla, original, y pasarlo bien en el proceso. Y yo he podido vivirlo dos veces y me ha gustado mucho la experiencia. Y espero poder repetir.