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A veces uno acaba teniendo la sensación de que vive en una especie de 'Matrix' gastronómica. O que le toman el pelo, directamente. En los primeros puestos de la lista de restaurantes generada por usuarios –aquella que empieza por T– coexisten las ofertas solventes con trampas turísticas de aúpa que exhiben fusiones de paella congelada con gambas al ajillo nadando en aceite. En este contexto, es refrescante ver a un empresario de la restauración que se atreve a tomar riesgos y posicionarse con ideas y actos. Es el caso del recién abierto Bajarí, en Poblenou, un barrio donde la población 'expat' tiene un peso específico considerable a la hora de condicionar nuevas aperturas de restaurantes, sobre todo de 'brunch' y de cafeterías de especialidad.
¿Acabado de abrir? Sí. Bajarí –que significa "Barcelona" en caló– es la reapertura del antiguo Koh, un buenísimo restaurante que durante tres años triunfó con platos creativos que fusionaban Perú con el sudeste asiático, y tenía un ticket medio de entre 35 y 40 euros. En Bajarí, ahora se come sin privarte de nada entre 15 y 20 euros por persona (dos comensales salimos por 40 euros justos).
Esta reinvención es una reacción al brunch y a la tostada de aguacate
Kike del Olmo, fotoperiodista y propietario de Bajarí, habla sin tapujos: "Puedes escribir que este cambio es una reacción a los locales de brunch y las tostadas de aguacate", ríe. En realidad, prosigue, "Koh era un sueño hecho realidad y estábamos muy contentos. Pero vimos que nos habíamos pasado de precio, en relación con el barrio. Y de ninguna manera queríamos rebajar el nivel de la cocina. O sea que hemos hecho un cambio tan radical de concepto que se imponía cambiar de nombre", me cuenta con toda sinceridad. "Hemos entendido que hay gente que quiere hacerse un homenaje con amigos y probar ocho platos, pero también gente del barrio y trabajadores que tiene que poder comer por 12 o 14 euros", resume. "No hemos cambiado a nadie, somos los mismos jugando a un juego nuevo. Y eso nos anima mucho", explica.
Bajarí reúne platos de todo el arco mediterráneo ("no es cocina gitana, pero hacemos como los gitanos, que es el pueblo más europeo de todos, porque adapta a su cultura elementos de todas partes") en los que predominan el vegetal: entrantes entre 3 y 4 euros y platos principales –incluyendo carne y pescado– donde ninguno llega a 10 euros (carrillera guisada con ratafía a 9,8).
Valorar un sitio por el precio es pisar terreno pantanoso, pero en parámetros de calidad-precio, Bajarí es la bomba: el equipo creativo Marta Roselló-Daniel Benitorace se adapta a producto más humilde, pero todavía sigue ofreciendo platos de traca con su sello inconfundible, como la mencionada carrillera o una brocheta de setas servida con crema de tofu y pan de pita, que es pura lujuria vegana. Y quien quiera comer vegetariano combinando tres entrantes, puede hacerlo tranquilamente por 12 o 14 euros: croquetas de falafel con cremoso de remolacha y sésamo, polenta frita con tzatziki y una porción de galette salada, estilo pizza, con algún ingrediente de temporada sería una opción.
Los cambios son más éticos que estéticos. Han pasado de un interiorismo oscuro a uno blanco, pero siguen presentes la preciosa vajilla artesana de la ceramista Ima Garmendia y la selección de los libros de la biblioteca personal del Olmo en las estanterías, en un restaurante que no ha perdido calidez. "Este es un proyecto muy arriesgado. Y soy muy consciente de que me lo estoy jugando. Pero es mi manera de ser. Si abro un sitio, tengo que identificarme mucho con el restaurante. Es una oferta muy honesta, con cocina sana y producto de proximidad", valora el fotoperiodista. En su afán inclusivo, también cuenta con una carta de desayunos, y meriendas, cargada de pasteles dulces y salados, todos caseros. Abren de lunes a viernes de 9 a 19 h. Id. Ya.
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