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En la casa de comidas Bo de Bernat de Sant Antoni he visto y comido cosas que no creerías: una de las mejores carrilleras de cerdo de Barcelona a 6,75 euros, capipotas abundantes e impecables a 6, colas de 30 personas para comer un miércoles cualquiera de enero... ¡Y un tipo en la mesa de al lado que se pidió una 'botifarra con seques' de primero y un entrecot de segundo!
Bo de Bernat, el restaurante de cocina catalana que abrió el cocinero de origen filipino Bernat Dalisay hace dos años, acaba de poner segunda sede. Más grande, más cómoda, más nueva y mejor, en general: Bo de Bernat Aragó (Aragó, 122. T. 932 66 23 80) tiene mesas más espaciadas, y paneles en el techo que mejoran la infame acústica de su hermano mayor.
Pero el resto sigue igual. Cocina catalana hecha con mano fina y buen producto, a precios de derribo. Dalisay pasó casi una década ejerciendo de cocinero en la mítica Bodega Gelida, especialista del tema. ¿Para qué cambiar lo que ya funciona? "En Bo de Bernat de Urgell había mucha gente. Y pensé que valdría la pena tener otro. Los clientes me lo pedían, la verdad", explica. En lugar de fondos de inversión, la expansión se ha hecho asociándose con sus primos: "Joel y René, que son un cocinero y un camarero excelentes. Quería que siguiera siendo un sitio familiar, cerca del barrio, y yo estoy entre los dos sitios. Era impensable, lo que hemos logrado", comenta ufano.
La historia de Bo de Bernat es atípica: un restaurante de barrio que ha triunfado a lo grande, con un propietario-cocinero filipino que echa mano de un recetario que en su momento parecía condenado al olvido (y en los últimos tiempos se ha puesto de moda). "Me dicen siempre que le he dado a la tecla, y oye, estoy muy contento. Es cierto. ¿Qué ha aprendido del éxito del primer Bernat? "Pues que nos encanta relacionarnos con la gente. Ves que están contentos, te dicen que lo haces bien, y eso te anima todavía más para trabajar mejor", contesta.
No hay ninguna diferencia de oferta entre los dos Bernats. Una carta de longitud hercúlea con plancha, guiso y rebozado, "y todo hecho desde cero, casero". Unas croquetas de fricandó buenísimas cuestan cinco euros, cuatro unidades. Y puedes añadirles una guarnición de patatas fritas o de alubias de Santa Pau "que no son de pote. Nos las traen cada día de Sant Antoni". ¡A 1,5 la guarnición! "No tendría sentido servir plato a cinco y guarnición a tres", ríe. Han subido "unos centimillos, claro", pero aquí prosigue el pequeño prodigio de comer muy bien de carta a precio de menú de mediodía.
Sí que hay algunos platos que tocan producto caro (pero a precios irrisorios en comparación con otros restaurantes). Como, por ejemplo, unas golosas alcachofas confitadas con jamón ibérico, a 9,50, o medio quilo de chuletón madurado a 24 euros, ideal para compartir. "La gente joven me pide estas cosas". Pero lo habitual siguen siendo platos como garbanzos con setas y butifarra negra, finos y bien trabados con ajo y perejil, a 4,50 euros.
Dalisay ha incorporado platos cada vez más vintage, como los cerebritos rebozados o los riñones al jerez. "A alguna le cae la lágrima pensando en los de la abuela", ríe. Sobre los precios inusualmente bajos: "El hecho de que sean tan baratos resalta todavía más que el producto es bueno. Ser un restaurante económico no devalúa nuestra la calidad", zanja.
El hecho de tener precios tan baratos resalta la calidad del producto
Vale la pena recordar la historia de Dalisay: llegó hace 25 años a Barcelona "sin nada, sin idea de cocinar ni los platos de cocina filipina. Cero. Pero vi una gran oportunidad. Se puede aprender todo". Estuvo once años en la marisquería O'Centollo –os podéis fiar de su pulpo a la gallega– y casi diez en el Gelida. Un filipino al frente del restaurante de cocina catalana popular que triunfa en Barcelona. "Siempre habrá alguno gente que te diga que no hablas catalán, pero eso es lo de menos. Lo important es ver a niños y gente mayor comiendo caracoles y capipota!"
A veces salimos a comer un 'brunch'. El 'brunch' no es malo en sí mismo
Bo de Bernat II también mantiene, claro, el desayuno de cuchillo y tenedor a partir de las nueve: bacalao a la llauna, capipota, fricandó, huevos de calaf con panceta y guarnición... Es uno de los puntos claves a la hora de ponerse fino a primera hora. Cabe preguntarle sobre la (artificial) polémica de desayuno de cuchillo y tenedor vs. brunch (que si para algo ha servido es para tener que soportar a los influencers de la chistorra además de los de los pancakes). "Me gusta ir a comer y ver que hace la gente. Y a veces, los días de fiesta salgo con mi mujer a comer un 'brunch'. El 'brunch' no es malo en sí mismo. A veces te cansas de comer fricandó y capipota". Ahí queda eso.
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