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Como ocurre con las zonas más turísticas de la ciudad, lo habitual junto a la Sagrada Familia es trazar un cordón gastronómico de seguridad de varias manzanas para evitar caer en alguna de esas trampas a base de paellas infectas, calamares mal descongelados y peor sangría. Así que cualquier novedad que suponga un rayo de esperanza en estos páramos culinarios tiene que ser celebrada como merece.
Y es el caso de Madre, una taberna moderna –está claro que el concepto está de moda– que toma el relevo de un local mítico en el barrio: Intertapa que, después de tres décadas, da el relevo generacional. Y es que todo queda en familia, como el propio nombre del restaurante permite adivinar.
Leo Chechelnitskiy (Babula Bar) toma las riendas de este local estratégicamente situado al comienzo de Avenida Gaudí y con vistas al monumento más icónico de Barcelona y en el que ha crecido viendo cómo su madre, Alexandra, lo mantenía en pie durante tantos años con un único truco: dar bien de comer. Con un profundo lavado de cara y una estética muy cuidada en línea con esas neotabernas que ahora tanto se estilan, Madre mantiene esa filosofía de cocina sencilla: buen producto, no complicarse demasiado y las tapas, platillos y arroces como principal hilo conductor de una carta que quiere seguir atrayendo a los vecinos en una zona en la que casi son minoría.
Y lo cierto es que platos como su ensaladilla rusa, bien generosa en langostinos, o la tapa de lengua de vaca (simplemente cocinada a baja temperatura durante dos días y con un toque de pimienta) nos reconcilian con casi todo. Muy rica también la picada de rubia gallega madurada, la panceta -finísima, melosa- y su versión libre del Wellington servido en formato croissant. Los pepinos encurtidos con kimchi dan un toque asiático bien sabroso, pero quienes prefieren no salirse de los clásicos tienen buenas croquetas -croquetón en realidad-, gildas, ostras, anchoas, bravas… Y tortillas preparadas al momento, otro de los platos que apuntan a hit de la casa.
Compartir algunas de estas tapas y luego darle a uno de los cuatro arroces que ofrecen en carta (de butifarra y setas, meloso con presa ibérica, negro con chipirones fritos o paella del senyoret y senyoreta) es un plan estupendo para conocer esta nueva propuesta y volver a pasear por este barrio que igual tenías un poco abandonado. Abren cada día de la semana de mediodía a medianoche, así que ahora ya sabes donde cenar bien un domingo noche. Con vistas a la Sagrada Familia y un ticket que no debería alejase mucho de los 40 euros.
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