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El público 'drag-obsessed' conoció a Sharonne en Drag Race España y se enamoró de ella rápidamente. Tenía lo que Ru Paul llama C. U. N. T: Carisma, Unicidad, Nervio y Talento. De esa temporada, muchos recuerdan su imitación de Verónica Forqué (uno de los momentos más virales de la franquicia española). Quizás esto la convirtió en ganadora, pero la realidad es que es solamente uno de los grandes talentos de Sharonne. Sabe imitar a la perfección, pero también canta, baila y actúa con la profesionalidad de alguien que ha dedicado años y cerraduras a la formación escénica y musical y que acumula experiencias de todo tipo, estén en el escenario o en el mundo de la televisión. Detrás de este personaje cálido y luminoso se encuentra Cristóbal Garrido, un sabadellense que, de adolescente, bajaba a Barcelona para comprar discos e ir al teatro. Ahora, la ciudad luce carteles con su nombre. En noviembre y enero, el Teatre Condal acogerá dos funciones de su show en solitario 'All divas', un espectáculo de variedades que homenajea a las grandes divas del pop y habla sin tapujos de la cotidianidad LGBTIQ+. Y en el Tívoli, Sharonne interpreta a Bernadette en el musical de ‘Priscilla. Reina del desierto'. En ambos shows, Sharonne demuestra su dominio de la interpretación y la música y deja en evidencia que, si tienes talento y estás dispuesta a trabajar, hay vida más allá de Drag Race.
Tú entraste en el mundo del transformismo a través del teatro. Pero, musicalmente, ¿cuáles son los primeros artistas que te interesaron?
Recuerdo el primer álbum que me compré de pequeño. Era el casete del True Blue de Madonna. Para mí, la música y el teatro siempre han ido de la mano, han sido la misma cosa. Montaba conciertos en casa, siempre he sido creativo, y empecé a hacer teatro en Sabadell. Primero en el grupo de jóvenes, después en el de adultos, y acabé estudiando arte dramático durante cuatro años. Y siempre me han fascinado los musicales. Iba a ver a los de Dagoll Dagom, por ejemplo. Uno de mis musicales favoritos es Sunset Boulevard, y en la escuela de teatro musical, nos disfrazábamos de los personajes y cantábamos todo el repertorio… Quise especializarme, porque la música y la interpretación siempre me han parecido indisociables.
¿En tu casa había esta pasión por los musicales o la desarrollaste solo?
Cuando yo era pequeño, internet no existía. Y tenías que buscarte la vida: te ibas a la tienda de discos y mirabas, comentabas cosas al tendero y le hacías preguntas. Y en casa, cuando daban un concierto en televisión, lo grababa para poder volver a verlo. Estudiaba los movimientos de los músicos, cómo cantaban, cómo se movían. Recuerdo, por ejemplo, un concierto de Gloria Estefan de Miami Sound Machine, que reproducía en bucle una y otra vez. Mi madre estaba harta, ¡pero a mí me encantaba! Y recuerdo que en Barcelona, en la calle Pelayo, había una tienda de discos que era gigante, ¡pero gigante! Cogía el tren de Sabadell para ir a Barcelona a pasarme la tarde mirando discos. En el sótano tenían un pasillo enorme lleno de vinilos de musicales. Me escuchaba las bandas sonoras sin conocer su trama.
¿Dirías que eres un defensor de la música pop?
He crecido con esa música. Compraba mucho la 'Superpop', una revista que hablaba de la música pop y de los artistas de la época. Ahora, los estilos cercanos a la gente joven quizás forman parte del género urbano o el reggaetón, pero, ¡en aquella época, era el pop! Aunque, evidentemente, había de todo, el heavy se imponía mucho también. Pero me tocó vivir una época en la que todo giraba en torno al pop. Y yo me hice fan. Ahora, en el espectáculo de 'All Divas', me toca conectar con una audiencia que a veces es muy joven porque me han conocido a través de Drag Race y me fascina ver cómo no conocen mis referencias. En Valencia, una chica del público me explicó los raperos valencianos que le gustan a ella, por ejemplo, y yo no conocía ninguno. Este diálogo me encanta y demuestra que hay muchas formas de conectar con el público a través de la música.
Pero las divas del pop aún tienen vigencia. Existe una vinculación histórica de estas estrellas con el colectivo LGTBIQ+. ¿Por qué crees que es?
La gente que pertenecemos al colectivo siempre estamos buscando la libertad, yo el primero. Y cuando la vemos en un artista, nace el fenómeno fan. No olvidemos que la música está muy regida por las discográficas y los intereses de las grandes empresas que hay detrás. A veces esto obliga a los artistas a tener una imagen concreta, a hacer un tipo de música, cuando realmente lo que debería hacer un artista es crear desde la libertad. Y cuando alguien es genuino, el público lo agradece.
Dolly Parton dijo: “Si no hubiera nacido mujer, me habría hecho drag-queen”. ¿Muchas de estas artistas que representas en 'All divas', tienen una estética tan estrafalaria que podría considerarse, directamente, drag?
Las grandes divas del pop hacían drag sin saberlo, muchas veces. La exageración que caracteriza al drag bebe de unas raíces que ya nos han dado las grandes divas, sobre todo a partir de los años noventa. Antes, el transformismo era bastante más clásico: consistía en imitar a algunas artistas como Liza Minnelli, Marlene Dietrich, Édith Piaf, Barbra Streisand, por ejemplo. Y en nuestro país, era un transformismo completamente distinto, de carácter político. No actuaban en discotecas, sino en el teatro con espectáculos de revista, de comedia. Eran artistas que rara vez se ponían un nombre artístico, si no que hacían imitaciones. Y cuando llega el drag como lo conocemos hoy, lo hace a través de películas como Priscilla, y esto empieza a calar dentro de la comunidad LGTBIQ+ y se evoluciona hacia otro lugar. ¡Recuerdo ver el CD de 'Supermodel of the world' de Ru Paul en una tienda de discos, cuando iba al instituto, y flipar! Dije: "esto no es una chica o un chico, es algo completamente diferente que me interesa mucho". Me lo compré, escuché la música y profundicé en la figura de Ru Paul. Todo esto abrió puertas hacia ese drag más exagerado y de fantasía, que conecta también con la expresión de muchas divas del pop. Hay esa retroalimentación.
¿Entonces es a través de Ru Paul, que te interesas por el drag?
No. Yo tuve la suerte de que en mi escuela de arte dramático cada semana los profesores organizaban una charla con alguien que se dedicara al mundo del escenario. Un día vino el director de La Cubana, otro día vino Jordi Boixaderes, otro día un escritor, un escenógrafo. Realmente aprendíamos mucho. Y un día vino Ángel Pavlosky, y todo lo que dijo me resonó. Me parecía una persona inteligente y divertida, me interesé por sus espectáculos en Barcelona, que eran de ese transformismo clásico.
¿Cómo era su transformismo?
Hacía de señora Pavlosky. ¡Un señor, vestido de señor! Pero maquillado, y a veces con falda. Tambíen nos visitó Pirondello, uno de los transformistas clásicos de Barcelona que actuaban en el Paral·lel, con las revistas que hacían en Arnau, en el Molino, en todas partes. Él imitaba a Marlen Dietrich, y a Édith Piaf, y con las imitaciones quedé boquiabierto. Entré al drag por ahí, yendo a ver espectáculos de Ángel Pavlosky como quien va a ver un máster. Yo aprendía muchísimo. Pero nunca me había planteado hacer yo ese tipo de espectáculo de transformismo.
Hay un gran público que ama el drag. Y me encanta que un fenómeno artístico así ocupe cada vez más espacios.
Hay un gran público que ama al drag. Y me encanta que un fenómeno artístico así ocupe cada vez más espacios.
¿Y cuándo te lo planteaste?
Cuando tenía 19 años, estaba muy perdido. Una noche fui un restaurante a ver un show de Sherry Vine, una drag legendaria de Estados Unidos y dije: “Creo que tengo que intentar hacer esto”. Me estaba dando cuenta de que sería muy difícil conseguir trabajo como actor, era una época difícil. Cuando vi a Sherry Vine se me juntó con todo lo que había visto en la escuela de arte dramático… Y creé a mi personaje, sin saber adónde me llevaría. Me di cuenta de que podía ir a mi bola, sin una persona detrás que fuera ningún director, ni ningún productor, sin que nadie me dijera lo que tenía que hacer. Y desde entonces no dejé de trabajar. ¡Fue éste el inicio, y treinta años después sigo!
Desde que empezaste hasta ahora, el drag se ha convertido en un fenómeno de éxito. Las drag-queens son celebridades famosas, RuPaul's Drag Race es una franquicia con muchísima audiencia, y llega a cada vez más personas. Como te hace sentir, todo esto?
Hay un gran público que ama el drag. Y me encanta que un fenómeno artístico así ocupe cada vez más espacios. Es un público fiel, a veces muy exclusivo y exagerado cuando se trata de defender a sus artistas favoritas. ¡Pero debemos pensar que el dragón es un fenómeno muy amplio, en realidad! Hay muchas maneras de hacer drag y yo creo que todos tenemos nuestra parcela, que hay espacio para todas.
Con una amiga siempre decimos que una drag-queen es el hombre del Renacimiento del siglo XXI. Hay que saber actuar, cantar, bailar, hacer humor, caricaturización, costura... ¿Cómo afrontas un arte tan polifacético?
Cuando te dedicas al mundo del espectáculo y eres una persona creativa, tú tienes un mensaje que puedes hacer llegar de muchas formas. Hay artistas que quizás lo hacen bailando y sacando una energía maravillosa sobre un escenario, otros lo hacen escribiendo. Ésta es la magia. Una de las concursantes de la edición actual de Drag Race, ¡ya va por su segunda novela, por ejemplo! Hay quien lo hace a través de la comedia o de la 'performance'. Quizás sí que somos como el hombre del Renacimiento, pero detrás de todo esto hay muchísimo trabajo. Algunas personas jóvenes que comienzan con el drag, me piden consejo y yo les digo: formación. De lo que tú quieras: puedes ser una drag que cante o que actúe, pero si no hay un trabajo detrás, el mensaje no llegará nunca. Yo he estudiado mucho, he trabajado mucho: he estudiado danza, cuatro años de arte dramático, he entrenado la voz. Creo en estudiar y mejorar.
¿Defiendes una profesionalización del drag, entonces?
Creo que hay espacios por todo, evidentemente es necesario también que haya drag amateur! Pero siempre se ha tenido el drag un poco apartado del mundo del espectáculo, sobre todo el que se desarrolla en bares y locales de noche… y al final, es un arte. Un arte que merece tener su espacio. Y estaría muy bien que, como los actores o los actores musicales, pudiéramos basarnos en un convenio, pudiéramos crear una especie de sindicato que nos proteja. Porque al final esto es el mundo del espectáculo y hay muchos empresarios que se aprovechan. Todos somos artistas, da igual si eres actor, si eres bailarín, si eres cantante, si eres artista dragón… Pero nuestra profesión queda algo alejada de los escenarios y eso nos dificulta las cosas en cuanto a los derechos laborales.
Cuando alguien que comienza con el drag me pide consejo, yo le digo: formación.
A lo largo de esta entrevista has hablado de Barcelona como un espacio de descubrimiento de referentes LGBTIQ+. ¿Crees que esto está cambiando?
Sí, está cambiando. Ahora hay un Pride en todas partes, incluso los Ayuntamientos más pequeños hacen programaciones para el mes del Orgullo. en Sabadell, pero en su momento no había tanta cosa. Antes tenías que bajar a Barcelona por todo. Me hace muy feliz ver que en lugares donde la población es mucho más limitada hay pequeños grupos que organizan jornadas y se esfuerzan por visibilizar el colectivo. Para que la gente sepa que existimos, ¡que estamos allí!