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La masificación turística es una de las principales preocupaciones de los barceloneses y barcelonesas. Barcelona es el destino preferido de los turistas internacionales, lo que afecta a la convivencia de los vecinos de la ciudad. Para evitar las aglomeraciones turísticas, una de las medidas del gobierno de Collboni ha sido ampliar la limitación a la entrada de grupos de turistas en Ciutat Vella. Además de los caminos taponados en varias partes de la ciudad, la turistificación también afecta a los comercios de toda la vida. En un estudio publicado por la consultora inmobiliaria CBRE, seis de cada diez nuevos establecimientos de Barcelona son compañías internacionales.
La caída en picado del comercio local viene causada por el encarecimiento de los precios del alquiler de los locales comerciales, que superan las cifras de antes de la pandemia. Los establecimientos no pueden hacer frente a los precios que no dejan de aumentar, así como tampoco pueden competir contra los gigantes internacionales como Ikea, que ha abierto una tienda de más de 2.500 cuadrados en la avenida Diagonal, uno de los ejes comerciales más caros de Barcelona. Esta situación ha obligado a comercios emblemáticos de la ciudad a bajar la persiana, como es el caso de la centenaria Granja Vendrell.
Los nuevos establecimientos internacionales suelen estar situados en los ejes comerciales más exclusivos de la ciudad, como Paseo de Gracia, Portal de l'Àngel y la avenida Diagonal. De estos nuevos comercios, la mayoría pertenecen al sector de la moda, que ha duplicado su presencia en la ciudad desde 2019. A este le sigue el sector de los accesorios y el de mobiliario de casa. Los comercios locales que aún resisten también se han tenido que adaptar a la masificación turística, como la tienda Queviures Múrria, donde se vieron obligados a poner un cartel que hacía pagar a los turistas para tomar fotos, ya que dificultaban su trabajo y no respetaban el negocio.