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"Si te gustan algunas canciones de Pink Floyd, pero no soportas el vertiente político de Roger Waters, te puedes ir al bar y joderte". Con esta advertencia al inicio, empezó el concierto de la gira de despedida de Roger Waters en el Sant Jordi. Primera gira de despedida, de hecho, anuncia la promo de la gira, por lo que nadie sabía si era la última vez que lo veíamos en Barcelona. Más interrogantes: las inmensas pantallas en forma de cruz dividían en cuatro partes el escenario y así interpretaron 'Comfortably numb', pero no podía ser que solo pudiéramos ver a los dos teclistas durante todo el concierto, así que las pantallas se levantaron y dejaron a la vista todo el escenario, situado en medio de la pista, por lo que cuando se levantaron el público sintió un alivio.
Pink Floyd sin Gilmour
Enseguida se vio que la apuesta visual era tan potente como el sonido de la banda. Quizás la disposición del escenario en el centro, con varias PA repartiendo el sonido alrededor, era lo que hacía que el sonido llegara con fuerza y perfectamente definido a la grada donde está la zona de prensa (ya sabemos que la calidad del sonido depende mucho de donde te encuentres). A partir de ahí, el concierto fue un homenaje a una parte del legado de Pink Floyd, con énfasis en la amistad entre Waters y Syd Barrett, pero sin mención a David Gilmour, con quien conserva una viva rivalidad. Un setenta por ciento del repertorio estuvo dedicado al grupo con el que Waters hizo historia: 'Another brick in the wall', 'Have a cigar', 'Wish you were here', 'Shine on you crazy diamond', 'Money' (cantada por el guitarrista David Kilminster) ... Todo aderezado con efectivos trucos escénicos como la oveja y el cerdo voladores –propulsados con drones–, y un excelente trabajo de videoarte cargado de consignas políticas.
Mucha política
Hubo recuerdos para las víctimas de la brutalidad policial en el mundo (Mahsa Amini, Philando Castile, George Floyd...); acusaciones de crímenes de guerra contra Ronald Reagan, Bush padre e hijo, Bill Clinton, Obama, Trump y Biden; los vídeos filtrados por Chelsea Manning acompañados de un Free Julian Assange; y una serie de 'fucks' (fuck antisemitism, fuck patriarchy, fuck drones, fuck the war on terror, fuck bombing weddings, fuck the occupation), algunos más celebrados que otros. Roger Waters, a sus 79 años, quiso dejar claro que sigue cabreado con el sistema y disparó al público con una ametralladora, rodeado de la parafernalia autoritaria de 'The wall'.
Al final fuimos al bar
Fue un concierto de tres horas (contando la pausa), que en algunos momentos se hizo largo, sobre todo cuando Waters se empeñó en hacer largas introducciones en sus canciones, teniendo en cuenta que se dirigía a un público que no es de habla inglesa (y que le dedicó algunos silbidos). El bar al que mandaba al inicio a joderse a quienes no le gustaran sus ideas políticas resultó ser el tema de su nueva canción, 'The bar', que recuperó con un 'reprise' al final del concierto. Un lugar donde se supone que puedes ir a discutir y donde no tienes que estar de acuerdo con los demás. Quizás aquí es donde Waters confundió un poco a los espectadores, que habían nido a ver, quién sabe si por última vez, uno de los grandes músicos de rock de la historia, recuperar las canciones más icónicas de Pink Floyd.