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El poderoso directo de Queralt Lahoz hizo temblar el pequeño escenario Four Roses. Antes de empezar, la cantante admitía que le daba miedo actuar en el Cruïlla. Después de tararear algunas letras de Juan Luis Guerra y ver que su público se las sabía, les agradecía de corazón su presencia: “¡Y aun así habéis escogido venir a verme a mí!”, se reía.
El concierto combinó momentos festivos y de solemnidad que permitían a la artista lucir todas sus facetas: desde su lado más folclórico a la artista urbana. Lahoz las encarnó a ambas a través de un cambio de vestuario que reflejaba la transición de la estética hip hop (pantalones y camiseta anchos) a la indumentaria flamenca (volantes y lentejuelas) pasada por un filtro moderno.
Entre canción y canción, sonaban escaleras flamencas con sintetizador y Queralt Lahoz bailaba, ocupando el escenario con una presencia propia de alguien con años de experiencia. Lahoz cantaba en la Cruïlla dejando claro que viene del extrarradio, "donde hay transexuales, inmigrantes, personas pobres". Las letras de sus canciones honran esta herencia y también son un homenaje a las mujeres de Santa Coloma de Gramenet, que le mostraron de pequeña "todo lo que no sale en los libros".