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“Bailando, bailando. Amigos adiós, adiós…”. Imagina que después de toda la noche en la discoteca al ritmo de hitazos como este del grupo belga Paradisio (aunque muchos, eso sí, prefiramos la versión de nuestros añorados Astrud), las luces se encienden y se nos anima a abandonar el local. ¿Pero qué pasa si las ganas de seguir de fiesta no se te han acabado? Ese es el terreno en el que 'nacen' los chills, fiestas caseras, muy similares a los afters, pero en las que el consumo de drogas se acompaña con largas sesiones de sexo.
Como es obvio, los chills no son precisamente para todo el mundo. Además es que el concepto, tal cual lo analizaremos aquí, se circunscribe estrictamente al mundo gay masculino.
Caminamos, desde luego, sobre un terreno resbaladizo. En las contadas ocasiones en las que los medios se han ocupado de este fenómeno, que permanece fundamentalmente oculto a la mayoría de la gente, este ha sido tratado con una fuerte dosis de sensacionalismo y cierto tono de denuncia. Nada más lejos de lo que queremos hacer con esta pieza. Nuestro afán es completamente descriptivo y divulgativo. No pretendemos hacer publicidad de estas prácticas, pero tampoco ninguna clase de juicio moral de lo que adultos conscientes hacen en su tiempo libre. A ellos precisamente es a quienes les hemos preguntado.
“A no ser que vayas a casa de un amigo o de alguien a quien has conocido de fiesta, en la mayoría de ocasiones, la invitación para ir a un chill te llega a través de Grindr o alguna aplicación de ese tipo”, nos cuenta Manuel de Barcelona. “Gente que a lo mejor había empezado la fiesta la noche anterior y el sábado o el domingo por la mañana, te escribe en plan: ‘Somos tres. Ahora vendrán dos más y nada, estamos aquí de chill’”.
“Yo lo que entiendo por chill es una reunión de amigos”, afirma, por su parte, Ramón. “O sea, suele haber un núcleo duro de amigos y conocidos que luego se amplía buscando en aplicaciones o tirando de lista de contactos”.
“La gente suele acudir a estas fiestas por curiosidad”, prosigue Manuel. “Luego el hecho de que muchos hombres que no conoces te presten atención, pues también está muy bien. El anonimato, la intriga, el morbo… A veces, los asistentes son chicos que están de vacaciones en la ciudad y que ya nunca volverás a ver”.
“Yo estoy casado, pero hace tiempo que decidimos abrir nuestra pareja”, explica Martín. “Y los chills son una forma de tener sexo con personas que más o menos controlas. En mi opinión más segura y menos arriesgada que acostarte con gente con la que te cruzas a altas horas de la noche y que normalmente va pasada de drogas. Según mi experiencia, en un chill todo el mundo suele ser amigo o amigo de amigos”.
Los chills son una forma de tener sexo con personas que más o menos controlas
En otras ocasiones, se puede acabar en un chill casi por casualidad, como nos cuenta Carlos. “Acabé en un chill de manera imprevista, porque había perdido un tren Madrid-Valencia a las 11 de la noche y el siguiente era a las 6 de la mañana. Me bajé Grindr para buscar a un muchacho que me dejara dormir en su casa. Yo no me encontraba muy bien y di con una pareja que me propuso ir a su piso, que estaban de chill. Yo sinceramente no sabía muy bien en qué consistía la cosa, pero me aseguraron que tenían un cuarto que podía utilizar para dormir si quería. Total que me planté ahí y eran bastante guapos, la verdad. Empecé a ligar un poco con ellos, aunque me impactó que estaban los dos con el móvil buscando activamente a más tíos. Eso nunca me había pasado. Luego tomamos GHB y nos liamos con un cuarto chico que había llegado. Pero yo me encontraba mal y me fui a dormir a otra habitación. Me arroparon y me dieron un beso en la frente. Fue bonito”.
Un ambiente determinado por las personas y las sustancias
“La verdad es que el ambiente depende mucho del tipo de fiesta y de los invitados”, confiesa Martín. “Puede ser desde lúdico y divertido hasta convertirse en algo mucho más ‘hostil’, por decirlo de alguna manera, cuando hay gente que va muy a saco tanto en lo relativo a droga como a sexo. Esto a veces puede generar tensiones. El tipo de drogas que se toma también es importante”.
Las drogas más habituales en un chill son el ya citado GHB –conocido popularmente como G o 'chorri'–, la mefedrona y la metanfetamina –a la que muchos se refieren como 'tina' o 'cristal'– que se fuma. También abunda la cocaína o el speed y, muy a menudo para contrarrestar la disfunción sexual que suele producir el consumo de algunas de estas sustancias, la viagra.
“En general, el ambiente suele ser muy relajado, ¡por eso se llaman 'chills'!”, bromea Manuel. “Pero algún colega sí que ha tenido alguna experiencia un poco más 'hard'. Yo siempre me he encontrado con personas que solo quieren follar y pasar el rato. No es un ambiente muy oscuro. Entiéndeme, no es muy oscuro para el ambiente gay, quizá un hetero se mete ahí y le parece una locura”.
No es un ambiente muy oscuro. Entiéndeme, no es muy oscuro para el ambiente gay, quizá un hetero se mete ahí y le parece una locura
“Cuando me levanté como a las 4 o las 5 de la mañana me encontré con una escena realmente chocante”, continúa relatando Carlos su experiencia mientras esperaba a que saliera su tren. “Fui por mi mochila, que estaba en el cuarto donde estábamos antes, y de repente me encontré a diez o doce tíos follando sin condón y súper drogados. Muchos seguían con los móviles buscando gente. El olor es una cosa que no se me olvidará jamás”.
Una práctica no exenta de riesgos
A estas alturas del artículo, seguramente ya ha quedado claro que hay muchos tipos de chill y que el ambiente puede cambiar muchísimo dependiendo del momento de la noche, o del día. Lo mismo pasa con los riesgos que puede comportar acudir a uno de ellos.
Por ejemplo, desde el punto de vista de Ramón, “la gente en los chills suele cuidar mucho los unos de los otros. Personalmente en todos los que he estado todo el mundo está muy pendiente de los demás. Por ejemplo, si alguien se ha sentido mal por algo que ha tomado, se le ha ayudado y tranquilizado. Nunca ha pasado nada del todo grave”.
“Lo más peligroso en mi opinión es el abuso del GHB”, explica Martín, “el cual puede llevar a sobredosis muy fácilmente si no se siguen ciertas pautas como esperar una hora entre cada dosis y no mezclarlo con alcohol”.
En lo que respecta a las infecciones de transmisión sexual (ITS), Ramón explica que cuando, tras un chill al que él ha asistido, alguien se ha dado cuenta de que ha pillado alguna, avisa sin falta a todos los demás. “A parte de eso, todo el mundo suele estar con PrEP (como se conoce habitualmente al tratamiento de Profilaxis Preexposición frente al VIH) o es indetectable”, explica. “Es cierto que luego existen los guarrichill que son chills en los que la gente tiene mucho menos control o le da un poco más igual todo”.
Es cierto que luego existen los guarrichill que son chills en los que la gente tiene mucho menos control o le da un poco más igual todo
“La seguridad es un tema complicado, porque se supone, o se presupone, que todo el mundo está tomando PrEP pero la verdad es que yo he ido a chills sin tomarlo y nunca me lo preguntaron”, reconoce Manuel. “En la época en la que más acudía a este tipo de encuentros yo me cuidaba bastante poco y tuve suerte porque no pillé nada muy grave. Supongo que las drogas y el contexto también contribuyen a que estés más relajado y no pienses tanto en eso. Piensa que hay muchísima euforia: estás ahí con cinco pavos que te gustan, que les gustas y estás a tope de adrenalina. Entonces todas estas cosas que deberías pensar, pues se diluyen”.
Salirse de la sociedad y de uno mismo
Comentando las razones de porqué a la gente le atraen tanto estas quedadas, Carlos apunta a que cuando estás en una de ellas, se tiene cierta sensación de “estar fuera de la sociedad y de ti mismo”. Eso, de alguna forma, engancha, pero obviamente, no está nada bien visto por las capas, digamos, más “bienpensantes” de la sociedad.
Ramón está de acuerdo con eso, pero amplía el rango de personas que se escandalizan con estos comportamientos a algunas que quizá no nos esperamos. “Incluso en mi grupo de amigos, que o son gais o al menos tienen un pensamiento digamos ‘avanzado’, me cuesta contar que de vez en cuando acudo a un chill”, confiesa. “Hay gente que tiene una curiosidad natural y sana y te pregunta con total naturalidad, pero también hay otra que se escandaliza. No sé, entiendo que nuestra sociedad es mucho más conservadora de lo que creemos. Pensamos que somos muy modernos, pero esto es un pueblo. Los maricas hemos conseguido aceptación de la sociedad siempre y cuando estemos integrados en ella: formemos una pareja monógama, sin estridencias, sin pluma, con trabajo los dos y con un niño adoptado. Pero en el momento en el que te salgas fuera de la norma, te juzgarán de forma muy severa. Mucho más que a los heterosexuales que se van de putas, por ejemplo, y me parece que eso es mucho peor porque no hay un consentimiento explícito por las dos partes”.
Consejos para ir a un chill por primera vez
Esperamos que tras haber leído todo lo anterior, ya tengas toda la información sobre lo que es un chill y lo que puedes encontrarte en uno de ellos. Para terminar el artículo, les hemos pedido a nuestros protagonistas que nos den algunas recomendaciones por si te decides por acudir a alguno. En general, todos coinciden en que lo principal es controlar el consumo de drogas y el estado en el que asistes. “Aunque es poco probable que ocurra nada malo, cuando estás pasado de drogas estás mucho más vulnerable. Por lo tanto, es fundamental no estarlo, especialmente si es la primera vez”, recomienda Manuel. “Otra de mis recomendaciones es no consumir drogas que te ofrezcan personas que no conoces. Quizá soy un poco paranoico con eso, pero yo nunca lo hago”.
Para Martín, es fundamental “leer las señales de tu cuerpo y ser capaz de irse de un chill cuando este te lo pida: los chills son entornos que nos pueden volver vulnerables y es importante que, en este tipo de espacios, nos cuidemos a nosotros mismos y a los demás”.
Los chills son entornos que nos pueden volver vulnerables y es importante que nos cuidemos a nosotros mismos y a los demás
Por su parte, Carlos afirma que “es importante que no nos dé vergüenza decir que no o irse a echar una siesta de tres horas, como hice yo. No hay que forzarse. Puede crearse un ambiente en el que te sientas obligado a consumir ciertas drogas o a practicar algún tipo de relación que realmente no quieras y aprender a decir que no en esos momentos está muy bien”.
Para finalizar, Ramón nos recomienda, si es posible, ir con un amigo. “Es algo muy normal, así que a nadie le parecerá raro”, explica. “Por otro lado, también considero que es crucial tener muy trabajado el ego, porque a lo mejor tu amigo gusta más que tú. Por último, no improvises. Antes de ir a un chill, habla un poco con el anfitrión y averigua qué es lo que te vas a encontrar. Así no te llevarás sorpresas desagradables. La gente suele ser bastante clara con lo que busca y con lo que ofrece”.