[title]
Es un joven soplador de vidrio que tiene el taller en Sant Martí, pero que recibe encargos de diseñadores de todo el mundo. Sus piezas se exponen en galerías y se han hecho un hueco en la escena del arte contemporáneo. Pròsper Riba hace de artista y artesano a partes iguales bajo la marca 'The glass apprentice', un nombre que hace referencia a la técnica ancestral del vidrio soplado. Sus honran la tradición y, a la vez, demuestran que de esta técnica que a menudo asociamos a los mercados medievales pueden salir formas y colores de una contemporaneidad innegable.
Pero, ¿cómo un joven de Barcelona acaba estudiando vidrio soplado y dedicándose a él? “Acabé mis estudios de diseño en la Escola Massana con un trabajo final que era una lámpara de cristal”, explica Pròpser. El interés por el vidrio fue ligado a una revelación: había muy poca información sobre cómo trabajarlo. Esto llevó al joven al Glassworks Mateo Gonet de Suiza. "Allí toqué todas las disciplinas relacionadas con el trabajo del cristal y la que más me fascinó fue la del vidrio soplado". Después de esto se marchó hacia Alemania, para continuar formándose únicamente en esta técnica.
"Me interesa el vidrio soplado porque, cuando sacas el material del horno, no tienes absolutamente nada", describe el artesano. “Solo tienes una masa que se mueve, que en ese momento está en un estado incontrolable. Y poco a poco, con paciencia, amor y delicadeza, vas construyendo una base para después crear una lámpara, una escultura o lo que sea”. Pero el proceso es bastante más complejo que eso. Para poder trabajar el vidrio, debe estar a una temperatura de 1.200 grados. Esto se consigue con un horno de alta potencia, del que se extrae el material completamente deshecho y, a partir de aquí, se moldea “con maderas, acariciándolo con papel de periódico mojado y finalmente también con herramientas metálicas”.
En su taller (que comparte con otros artesanos e industriales) hay dos hornos. Uno grande, por las piezas de grandes dimensiones, y uno más pequeño, que tarda menos en calentarse y le sirve para las creaciones más pequeñas, como los Little Dancers. Este tipo de esculturas "son mi momento de creación", explica Pròsper. “Están hechos con barlotas, piezas de vidrio de color saturado que volvemos a calentar, ya partir de las cuales se crea una burbuja. Están pensadas para que todo el mundo pueda tener acceso a una pieza de vidrio soplado”.
Por otro lado, su trabajo también le ha llevado a diseñar lámparas, portavelas, jarrones y otros objetos más funcionales. "En el taller trabajamos con muchos frentes abiertos siempre y también materializamos encargos de otros diseñadores, que tienen una idea, pero necesitan ayuda poniéndola en práctica". Es una de las ventajas de ser una de las pocas personas de Cataluña que se dedica a esto: "el nombre y la marca resuenan, siempre hay ojos que nos miran", admite. Detrás de las piezas no están únicamente las manos de Pròsper: “el equipo también está formado Telma Araújo, mi asistente y orfebre. Telma es aprendiz de sopladora y me ayuda en muchas piezas, porque muchas creaciones no las puedo ejecutar solo”.
Paseando por su taller, entre esculturas llamativas, percheros de cristal, botellas y objetos que cuestan identificar, es fácil acabar preguntándonos qué es, exactamente, el vidrio soplado. Un arte o una artesanía? ¿Se siente artista, alguien que cada día se sienta a soplar un líquido de 1.200 grados? Para Pròsper, esto "es algo que va a días: a veces siento más artista, hay momentos en los que me siento más diseñador y hay otros días que simplemente soy ejecutor". Aunque tiene claro cuándo se lo pasa mejor. "Disfruto más cuando me siento artista, cuando reflexiono sobre el material y, a la vez, me dejo llevar por él", admite. “Cuando el material se enfada o no quiere seguir los pasos que yo le impongo, me gusta dejarme llevar. El resultado es sorprendente, si dejas que el material te seduzca”.