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Pepita se lo ha pasado mejor que tú y que yo; no por el divertimento que haya podido acumular durante 103 años -que también-, sino porque se ha dedicado a hacer "trampillas" que la han llevado a días y noches memorables. Hace años que sus pies siguen el compás de la pista de La Paloma. Fue por primera vez con 17 años. Nosotros decimos "colarse en la discoteca", pero nada hace tanta gracia como decir "hacer trampillas". Es lo que hacía ella: "Era una chica de 17 años y tenía prohibido salir a bailar, así que lo hacíamos a escondidas. Decíamos que teníamos algo en la escuela y que vendríamos un poco más tarde". Con una chispa de rebelión adolescente, pero con labios pintados y consecuente apariencia mínimamente adulta, Pepita y sus amigas deseaban encontrarse con un portero simpático que las dejara entrar. Y fue así como empezó a salir en La Paloma. La historia sería larga como las noches (y todavía sigue), con resacas y canciones inolvidables, y también con 16 años de pausa e insistencia: La Paloma cerró en 2007, y hasta que no ha reabierto, Pepita ha ido llamando para saber si abrirían. "Iba pasando el tiempo y decía: Alabado sea Dios. Pero Pablo, el propietario, me decía que no sufriera, que lo abrirían. Y que yo lo vería".
Bailes de salón y un homenaje
Pepita empezó el 2023 en La Paloma. "En Nochevieja cerré yo el local, ¡hasta que me obligaron a salir!" Desde este pasado domingo, la sala de baile ha recuperado las noches de bailes de salón, y Pepita no podía faltar. No estaba nerviosa, solo quería ver a las amigas y que algún señor la sacara a bailar. "¡A ver si hay suerte, porque ahora ya no hay hombres que sepan bailar!", exclama divertida. Para ella sería una noche más (memorable) y un rato de sentirse como en casa. Para los demás, aquellas horas pasarían al TOP 3 de recuerdos entrañables.
Para la ocasión estrenaba una blusa blanca y un pañuelo que había comprado delante de su casa. Los zapatos, cómodos. "Ahora ya no llevo tacones como antes, ya no hace falta y además no están de moda. ¡Y yo quiero ir a la moda!" Siempre lleva las uñas plateadas, pero su sobrina, que es peluquera y también la había peinado, se las había pintado doradas. Los pendientes son de hacía tiempo, y el collar, de cuando era "casi joven", es decir, cuando tenía 70 u 80 años. Lo mejor de todo, seguramente, el reloj: "me lo regaló mi familia cuando cumplí 90 años, y no necesita ni cuerda ni pila. Va con el pulso". Bailar le gusta mucho, pero salir más -y se nota-.
Cuando bajó del taxi, la esperaban sus amigas. Abrazos efusivos. "Estas no son las amigas con las que iba a La Paloma cuando era joven, sino amigas nuevas. De las primeras, no queda ninguna", me había confesado en el taxi. De toda la vida que Pepita tiene el palco número 17, pero hoy no han podido sentarse. No cabían. Acumula años y amigos.
Mientras empieza a tocar la banda Tigres del Raval, que estará todos los domingos, ella brinda con sus amigas, saluda a todo el mundo, sale a bailar un par de veces espontáneamente. Da vueltas bajo el brazo, firme y delicada, consciente del movimiento, con una sonrisa que se mueve al ritmo. Al cabo de un rato, la cantante pide un aplauso por ella. La Paloma vibra diferente. Resuenan los años. Se hace un círculo en medio y ella baila con conocidos que van saliendo. Le traen un ramo de flores. "Pepita es una persona muy especial porque hace mucho tiempo que baila en La Paloma", dice. Dentro de dos semanas hace 104 años. "De momento todavía tengo 103, ¡no bromeamos!", exclama riéndose. Imaginaos la fiesta.