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Recientemente, ha entrado en vigor la regulación de los precios del alquiler, y menos mal, porque el año pasado los gastos relacionados con la vivienda (hipotecas o alquileres y facturas) se llevaban, de media, el 45% del presupuesto de necesidades básicas de los barceloneses. Así lo ha apuntado un informe del Área Metropolitana de Barcelona (AMB), que anualmente presenta el estudio 'Salario de referencia metropolitano' con el objetivo de visibilizar las variaciones anuales de los precios de los bienes y las necesidades básicas, y evidenciar cómo la evolución de la economía impacta en el coste de vida de la población.
En este sentido, los indicadores presentados han concluido que el salario de referencia del AMB es de 1.516 euros mensuales, es decir, se considera que una persona debe ganar esa cantidad de dinero para vivir dignamente en Barcelona. Esta cifra del 2023 supone un incremento del 4,76% respecto al año anterior, cuando se afirmaba que el salario de vida digna era de 1.447 euros mensuales. De hecho, es el octavo año consecutivo en que la cifra de la media va al alza; en 2016, cuando la administración pública presentó el primer informe de este estudio, el salario de vida medio era de cerca de 1.050 euros mensuales, un 44,6% menos que el actual.
Un Salario de Referencia por cada tipo de hogar
El sueldo medio para vivir dignamente depende de distintos factores, como el tipo de hogar en el que se habita o si se tienen o no criaturas. En 2023, la variación del Salario de Referencia oscilaba entre los 951,80 euros –por adulto que vivía con otros dos adultos sin menores a cargo– y los 2.628,07 euros –por adulto solo con niños dependientes–.
El informe del Área Metropolitana ha revelado también que la mitad de los hogares de Barcelona no alcanza el umbral mínimo, aunque tenga trabajo. Concretamente, el 43% de los hogares del AMB no alcanza el presupuesto mensual medio para cubrir los gastos básicos. En la ciudad de Barcelona, este porcentaje asciende al 45%. Los hogares más afectados son aquellos en los que viven un adulto solo con niños a cargo, seguido de las personas que viven solas y las familias con dos o más hijos dependientes. Los colectivos cuyos porcentajes se reducen considerablemente son los hogares con tres adultos sin hijos y las parejas sin niños.