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La pintora de Poblenou, le dicen. Neus Martín Royo nos recibe en el taller que ha instalado en la Torre de les Aigües del Besós por la muestra 'Poblenou. La memoria pintada'. Allí pinta delante de grupos escolares y les enseña las pinturas que ha hecho del barrio y que se exponen en la torre y en el MUHBA Oliva Artés. Todo empezó hace un par de años, cuando el Archivo Histórico de Poblenou le propuso hacer una exposición. “Yo no sabía cuántos cuadros del barrio había hecho… ¡contamos 130!”, exclama.
¿Cómo llegas a pintar tantos cuadros de Poblenou?
Cuando salí de la Facultad de Bellas Artes hice una serie sobre mi barrio. Quería documentar la gran transformación que sufría, era un cambio evidente de apertura hacia el mar. ¡Lo que yo no sabía en ese momento es que 30 años más tarde todavía pintaría el Poblenou!
¿También tienes interés por otros barrios?
¡Claro! He pintado sobre ciudades como La Habana, Nueva York, Londres. Pero siempre que hago exposiciones de otros sitios, hay unos 'infiltrados'. Son paisajes de Poblenou que les hago pasar por otros lugares del mundo.
¿Qué buscas, cuando pintas paisajes de Poblenou?
Como decía Edward Hopper, cuando un artista pinta un paisaje en realidad está pintando su interior. Yo, con el paisaje, intento pintarme a mí misma. Y, sin quererlo, he ido reflejando la transformación de mi barrio.
Has documentado muchos espacios desaparecidos.
Sí, yo pinto el presente, pero después el barrio cambia. Por ejemplo, me han construido seis pisos frente a la ventana de mi estudio. Pinté las vistas que tenía desde ahí en el 2020, y ahora, en el 2022, el paisaje ya ha desaparecido. No lo pinté porque pensaba que iba a desaparecer, pero la obra tiene un valor añadido. Aparte de ser una obra de arte, es también un trabajo de documentación, de arqueología.
¿Te pone triste esta transformación constante?
Yo la vivo sin ánimo de nostalgia. Se han hecho muchas cosas bien y hay otras cosas que podrían mejorarse. La monumentalización del litoral que Pasqual Maragall impulsó de la mano del arquitecto Oriol Bohigas fue fantástica. Poblenou vivía de espaldas al mar, y gracias a la concesión olímpica los barceloneses pudimos acceder a la playa. Pero, claro, también había una cantidad de recintos fabriles que se han perdido. ¡El patrimonio industrial de Poblenou debe reivindicarse! Al final, el barrio creativo y tecnológico que tenemos ahora es herencia de aquel Poblenou que era el Manchester catalán.
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