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Dicen que el buen humor es capaz de rescatarnos de los pozos más profundos. Puede sonar extraído de un libro de autoayuda pero es la cruda y contradictoria vida real. Llenaríamos centenares de libros con casos reales donde el humor, la creatividad y el ingenio han ayudado a encontrar la solución en situaciones complicadas. Y el restaurante La Pepita podría protagonizar el capítulo 'Si quieres que tu vida mejore, cómprate una muñeca hinchable'.
Pero ¿qué tienen que ver un juguete sexual y un restaurante en medio de una crisis sanitaria? Si estás pensando en un cuento de Quim Monzó, estás muy equivocado. Esta historia es real, palpable y con unos protagonistas de plástico que se ubican en La Pepita, en el barrio de Gracia. "Llevábamos cerrados desde el 13 de marzo y, aunque no se pudiera abrir, queríamos que desde fuera el bar se viera lleno. ¿Cómo lo hacemos? Pues compramos muñecos hinchables, los vestimos y los repartimos por las mesas". Así empieza la historia de un bar que un día les entró el buen humor por la puerta y todavía no se ha marchado.
El humor como remedio
Sofía, junto con en Sergio, su pareja, hace años que regentan La Pepita y La Cava (pronto la MiniPepita), los dos en la misma calle Còrcega, desde que levantaron por primera vez la persiana hace 10 años. La pandemia les ha caído como una maldición de las que empujan a la tragedia. "Está siendo muy duro, nosotros solo hemos podido abrir uno de los dos locales que tenemos y con menos mesas y más dificultades", explican. Aun así, Sofía y Sergio no han perdido nunca las ganas de salir adelante: "Pensamos que si llenábamos el bar, aunque fuera cerrado, los muñecos de plástico pondrían de buen humor los vecinos. La filosofía de La Pepita es el buen rollo, también en plena pandemia". Y así lo hicieron, la avalancha de fotografías en las redes sociales no tardaron en llegar y era mucha la gente que pasaba por delante y aprovechaba para fotografiarse con los nuevos clientes del bar.
Sofía nos explica que aprovecharon el cierre para hacer pequeñas reformas y que cuando llegó el momento de reabrir tenían una cosa clara: "¡A los muñecos hinchables no los podemos echar!". Y es en este punto que decidieron darles un nuevo uso: "Se encargarán de garantizar la distancia de seguridad entre clientes de la barra". Dicho y hecho. La Pepita reabrió a finales de junio con estos nuevos inquilinos en la barra y en la mesa. "Los clientes de entrada los sorprendía pero rápidamente les hacía sacar una risa y se hacían fotos". La estrategia, sencilla, efectiva y económica, llegaba para quedarse (o hasta que las restricciones se acaben). "Los vamos cambiando la ropa, los reubicamos para que no se aburran de mirar lo mismo y, sobre todo, hacen un trabajo muy bueno: llenar los vacíos, acompañar a la gente y dar calidez a un local que normalmente estaría lleno hasta arriba de gente", nos dice Sofía.
Agosto, el mes de Gràcia
Es agosto –"posiblemente el agosto más dramático de la historia", recalca Sofía–, "pero hay que abrir y atender al cliente del barrio de siempre y un turista que es más de aquí". Tradicionalmente, las fiestas de Gràcia –este año adaptadas a los nuevos tiempos y sin ninguna actividad en abierto– redondeaban el que era el mejor mes del año, pero este 2020 "será para sobrevivir y poco más". Pero volvemos al remedio del buen humor en forma de muñecos hinchables, que allí siguen y "seguirán si la cosa no cambia".
Aparte de una carta y una atención exquisita, ahora La Pepita ha sumado un nuevo reclamo que les ha "ayudado a romper con el pesimismo general y que la gente entendiera que no nos queda otro remedio que salir de esta crisis con ideas y creatividad". Sofía, Sergio y la pandilla de muñecoss hinchables que les acompañan son un buen ejemplo. "No sabemos qué pasará de aquí a dos meses, seguro que no será fácil, pero nosotros, mientras podamos, lo tenemos claro: buen rollo, buenos alimentos y muñecas hinchables", resumen los propietarios.